Dar y darse. El valor que nos hace
mejorar como personas.
En esta época nuestra, que exalta como valores supremos
la comodidad, el éxito personal y la riqueza material,
la generosidad parece ser lo único que verdaderamente
vale la pena en esta vida.
El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque la
sociedad actual nos quiera persuadir de lo contrario.
Quienes realmente han hecho algo que ha valido la pena
en la historia de la humanidad han sido los seres más
generosos. Cuando la atención se vuelca hacia el "Yo",
se acaba haciendo un doble daño: a los demás mientras se
les pasa encima, y a uno mismo, porque a la postre se
queda solo.
Pero ¿Qué es generosidad? ¿Es dar limosna a un niño de
la calle? ¿Es invertir mi tiempo en obras de caridad?
Si. Definitivamente eso es generosidad, pero también es
generosidad escuchar al amigo en sus venturas y
desventuras; generosidad también es llevarle un vaso de
agua al hermano, hermana, padre, madre, esposo, esposa,
hijo o hija. Generosidad es pensar y actuar hacia los
demás, hacia fuera. No hacia adentro.
La generosidad es un concepto que poco a poco se ha ido
perdiendo. Cuando se entrega lo que sólo uno puede dar y
que no puede comprarse en ningún lugar, es cuando
entendemos y vivimos la generosidad en su más profundo
sentido: la entrega de sí mismo.
A pesar de la gran desvalorización de la sociedad, hay
que decir que muchos hombres y mujeres son ejemplos
silenciosos de generosidad. Siempre es más fácil hacer
un acto grandioso por el cual nos admiren, que
simplemente darnos a los demás sin obtener ningún
crédito. Es obligado pues, que en nuestro primer
encuentro con la generosidad, nos resulte este valor
poco atractivo y quizá hasta incomprensible. Pero
verdaderamente, la generosidad resuelve muchos
problemas.
Dar sin esperar nada a cambio, entregar la vida,
volcarse a los demás, ayudar a los que nos necesitan,
dar consuelo a los que sufren, eso es generosidad. Y no
es un valor pasado de moda. La generosidad es la puerta
de la amistad, el cimiento del amor, la estrella de la
sociedad. Y lo mejor de todo es que nosotros podemos ser
generosos muy fácilmente. ¿Cómo?
-
Sonriendo a los demás siempre.
-
Ofreciendo nuestra ayuda.
-
Poniéndonos en los zapatos del otro.
-
Teniendo un pequeño detalle con nuestra familia, tan
simple como dejar que los demás elijan algo qué hacer.
Pero no hay que ser tacaños con la generosidad. Hay
mucha gente que podría consolarse con nuestra ayuda si
hacemos un esfuerzo superior. ¡Y precisamente como nadie
lo hace, es el momento de que alguien lo haga! Nadie nos
va a dar un aplauso, o una medalla por hacerlo, pero
vamos a volcarnos hacia los demás, el brillo no importa,
lo que importa es que a pesar de nuestros defectos y
miserias, podemos hacer una diferencia en la vida de
alguien.
Ser generosos no es difícil, también es parte de nuestra
naturaleza. Entendamos que el Yo debe dejar un poco de
lugar a los demás y entregar lo que uno tiene. En
silencio, sin reflectores. Ahí, donde está la paz. |