Brindar
ayuda de manera espontánea en los detalles más pequeños,
habla de nuestro alto sentido de colaboración para hacer
la vida más ligera a los demás.
Servir es ayudar a alguien de manera espontánea, como
una actitud permanente de colaboración hacia los demás.
La persona servicial lo es en su trabajo, con su
familia, pero también en la calle ayudando a otras
personas en cosas aparentemente insignificantes, pero
que van haciendo la vida más ligera.
Las personas serviciales viven continuamente como si
estuvieran atentas, observando y buscando el momento
oportuno para ayudar a alguien, aparecen de repente con
una sonrisa y las manos por delante dispuestos a
hacernos la tarea más sencilla, en cualquier caso,
recibir un favor hace nacer en nuestro interior un
profundo agradecimiento.
La persona que vive este valor, ha superado barreras que
al común de las personas parecen infranqueables:
-
El temor a convertirse en el “hazlo todo”, en quien el
resto de las personas descargará parte de sus
obligaciones, dando todo género de encargos, y por lo
tanto, aprovecharse de su buena disposición
-
Vernos solicitados en el momento que estamos
concentrados en una tarea o en estado de relajación
(descansando, leyendo, jugando, etc.), se convierte en
un verdadero atentado.
-
La pereza, que va muy de la mano a la comodidad también
tiene un papel decisivo, pues muchas veces se presta un
servicio haciendo lo posible por hacer el menor
esfuerzo, con desgano y buscando la manera de
abandonarlo en la primera oportunidad
La rectitud de intención siempre será la base para vivir
este valor, se nota cuando las personas actúan por
interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar
en atenciones y cuidados a determinadas personas por su
posición social o profesional, al grado de convertirse
en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable
no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.
No podemos ser indiferentes con las personas
serviciales, todo lo que hacen en beneficio de los demás
requiere esfuerzo, el cual pasa inadvertido por la forma
tan habitual y natural con que realizan las cosas.
Como muchas otras cosas en la vida, el adquirir y vivir
un valor, requiere disposición y repetición constante y
consciente de acciones encaminadas para lograr el
propósito. Hagamos unas breves consideraciones:
-
Esforzarnos por descubrir pequeños detalles de servicio
en lo cotidiano y lo común: ayudar a recoger los platos
después de la comida, mantener en orden los efectos
personales (sea en casa o el trabajo), ceder el paso o
el lugar a una persona, llevar documentos u objetos en
vez de esperar que alguien venga por ellos... Existen
múltiples oportunidades y el realizar cada una de ellas,
nos capacita para hacer un mayor esfuerzo en lo
sucesivo.
-
Observa cuantas cosas hacen los demás por tu persona y
sin que lo pidas. Cada una de ellas puedes convertirla
en un propósito y una acción personal.
-
Dejar de pensar que “siempre me lo piden a mí”. Observa
cuantas veces te niegas a servir, seguramente muchas y
frecuentemente. Existe un doble motivo para esta
insistencia, primero: que nunca ayudas, y segundo: se
espera un día poder contar contigo.
-
Si algo se te pide no debes detenerte a considerar lo
agradable o no de la tarea, sin aplazar el tiempo,
comenzar inmediatamente sin considerarlo una carga.
Esperar a recibir atenciones tiene poco mérito y
cualquiera lo hace, para servir eficazmente hace falta
iniciativa, capacidad de observación, Generosidad y
vivir la Solidaridad con los demás, haciendo todo
aquello que deseamos que hagan por nosotros, viendo en
los demás a su otro yo. |