La
preparación para la vida de los hijos no puede ser
solamente instruccional, ha de ser también a través de
experiencias de vida ricas en amor, cariño, aceptación y
aprobación.
Por Rosario G. Prieto
Hoy en día se habla mucho de paternidad y maternidad
responsable, de la estimulación temprana, incluso de la
obligatoriedad del preescolar en algunos países, para
que los hijos desarrollen adecuadamente todas y cada una
de sus capacidades y potencialidades; se promueve
especialmente ahora, que el mundo es como un todo, un
ente globalizado en el que “ser competente” es vital
para poder “sobrevivir” en el medio en cual nos
desenvolvamos.
Adecuada Instrucción
Lo importante aquí es analizar ¿qué se quiere decir con
ser competente? Pues si tenemos en mente que significa
sólo tener altos grados de efectividad o contar con las
herramientas y capacidades para realizar una u otra
tarea, estamos quedándonos cortos, muy cortos de visión.
Ser competente es mucho más que estar bien instruidos en
las ciencias exactas, hay mucho más, ser competentes en
el mundo actual no se mide exclusivamente por la
capacidad que un ser humano tenga de resolver problemas
matemáticos, de subir las ganancias en una empresa o
crear diferentes y nuevas tecnologías; ser competente se
refiere también y en primera instancia a quienes cotizan
más alto en la bolsa de valores, pero de valores
humanos, aquellos que le harán ser un mejor ser humano,
que le permitirán que se vaya convirtiendo cada vez más
en una gran persona humana ya que sus pensamientos,
acciones y decisiones irán encaminados hacia el bien.
Instrucción sí, formación también
Pero lo anterior no se forma de un día a otro, ni
evadiendo la responsabilidad como padres de estar con
los hijos.
La instrucción es muy importante, como padres tenemos el
derecho y el deber de educarles y nuestros hijos tienen
el derecho de conocer todo lo que se ha descubierto,
nuestro mundo, la historia, todo tipo de ciencias, han
de adentrarse en el conocimiento científico y
tecnológico, pues este les ayudará a conocer la verdad,
la realidad de las cosas y tendrán las herramientas
necesarias para abrirse paso en el mundo, y no solo eso,
sino ser artífices de la construcción de un mundo más
funcional. Sin embargo, no debemos confundir; a veces,
los padres de familia creemos que mientras más clases
reciban nuestros hijos, mejores hijos serán, y esto,
solo en parte es cierto, los padres que buscan que sus
hijos se instruyan solo a través de clases en las
diversas escuelas, comenten un grave error, ya que esa
es solo una parte de su formación, la otra parte se da,
no en los libros ni en las aulas, se da a través del
contacto y la convivencia cercana y frecuente con sus
seres queridos desde que nacen y en todas las etapas de
su niñez y adolescencia.
Escoger bien y analizar los medios de educación que
utilizamos
Antes que nada es preciso estudiar las diversas
propuestas educativas, por favor, que no sea nuestro
parámetro la “moda”, o la más “afamada”, o la “más
cara”, o “la más barata”, o la que “queda más cerca”.
Vale la pena hacer un esfuerzo real y consciente pues
ahí nuestros hijos aprenderán más que de los libros, de
los maestros, de los compañeros, de los amigos, de las
diversas familias que conforman la comunidad educativa.
El ambiente que se vive ahí y los valores que la
sustentan, son factores a tomar muy, pero muy en cuenta
a la hora de la elección.
Así mismo, hemos de analizar la televisión, los videos y
el Internet ya que son un gran medio educativo, solo si
los mayores los sabemos aprovechar y dirigir. Es todo un
arte el sacar provecho de la infinidad de información
que se presenta a través de estos mass-media. El escoger
canales o páginas requiere de un trabajo previo de los
padres, no olvidemos que en ocasiones es muy poco lo que
verdaderamente vale la pena y si nosotros no funcionamos
como un filtro, nuestros hijos recibirán muchas cosas
que nosotros jamás permitiríamos que aprendieran en
ningún lugar.
Favorecer la intimidad
Para conocer a nuestros hijos y guiarlos por la vida, es
preciso intimar con ellos, es decir, destinar tiempo
para estar con ellos; observarlos y escucharlos es fácil
cuando se emplea un tiempo especial para convivir. La
hora de la comida o la cena son horas propicias para
platicar, por favor, no encendamos la radio y mucho
menos el televisor, mejor adentrémonos en la pantalla de
los ojos de nuestros hijos, intentemos leer en su mente
y en sus palabras los mensajes que verdaderamente
quieren y necesitan transmitirnos, busquemos una
“sobremesa”, no comamos y huyamos del recinto,
conversemos... como en tiempos de los abuelos...
tratemos de conocer a fondo su personalidad, sus gustos,
sus metas, sus sentimientos, sus ideas, su ser y
busquemos al mismo tiempo transmitir con nuestros
comentarios y acciones parámetros adecuados a seguir en
cada una de las situaciones que se platiquen o se vivan.
Continuará… |