Con
esta guía podrás descubrir la inmensa satisfacción que
proporciona el aportar un beneficio a la vida de los
demás.
Al reflexionar en este valor, encontramos que la vida
del ser humano esta llena de oportunidades para servir y
hacer un bien al prójimo; por eso es conveniente
recordar que:
La Generosidad es el valor que nos hace pensar y actuar
a favor de los demás, buscando aportar un beneficio a
través de nuestra intervención desinteresada; poniendo
el bienestar de quienes nos rodean, por encima de los
intereses personales.
Por tal motivo, una persona generosa se distingue por:
·
La disposición natural e incondicional que tiene para ayudar y
servir a los demás sin hacer distinciones..
·
Resolver las situaciones que afectan a las personas en la medida de
sus posibilidades, o buscar los medios para lograrlo.
·
La discreción y sencillez con la que actúa, apareciendo y
desapareciendo en el momento oportuno.
Antes de considerar las acciones que debemos tomar para
vivir mejor este valor, conviene detenernos a
reflexionar un poco en nuestras actitudes:
·
¿Conscientemente dejo de prestar ayuda por pereza, desagrado o
apatía?
·
¿Me esfuerzo por superar la propia comodidad, tomando conciencia de
la necesidad ajena?
·
¿Espero recibir ayuda, favores y servicios sin considerar el
esfuerzo que los demás realizan?
·
¿Realmente actúo desinteresadamente? ¿Es igual la disposición con
mis superiores que con mis subalternos, y personas en
general?
·
Antes o después de servir a los demás, ¿pienso o espero recibir un
halago, felicitación, reconocimiento, beneficio o el
favor devuelto?
·
¿Siempre tengo presentes los favores hechos? ¿Les recuerdo, sugiero
o hago notar a las personas mi ayuda e intervención?
·
¿Normalmente me arrepiento de haber otorgado mi tiempo, bienes
materiales, dinero o hacer un compromiso que exige un
esfuerzo extra de mi parte?
Ser generoso es algo que muchas veces requiere un
esfuerzo extraordinario. Para vivir mejor este valor en
lo pequeño y cotidiano, es de gran utilidad poner en
práctica las siguientes ideas:
·
Procura sonreír siempre. A pesar de tu estado de ánimo y aún en las
situaciones poco favorables para ti o para los demás.
·
Haz el propósito de tener un detalle de generosidad diariamente con
diferentes personas (familia, trabajo, escuela,
club...): sacar la basura de casa; cuidar al hermano
menor; conservar limpio y ordenado el salón de clase;
llevar la tarea o apuntes al compañero enfermo;
contestar el teléfono si quien lo hace está fuera de su
lugar.
·
Se accesible en tus gustos personales, permite a los demás que
elijan la comida, película, lugar de diversión,
pasatiempo, la hora y punto de reunión.
·
Aprende a ceder la palabra, el paso, el lugar; además de ser un
acto de generosidad denota educación y cortesía. En
algunos casos es válido ceder el turno a quien tenga una
urgencia real.
·
Cumple con tus obligaciones a pesar del cansancio y siempre con
optimismo, buscando el beneficio ajeno. Los padres de
familia son un magnífico ejemplo, pues sin su labor, el
sustento, el orden en casa, la educación y bienestar de
los hijos, etc. simplemente no se darían.
·
Usa tus habilidades y conocimientos para ayudar a los demás:
explicando la clase a otros; colaborando en organización
de eventos; enseñando como hacer mejor el trabajo o la
reparación de artículos domésticos; como instructor de
pintura, música, deportes en algún club infantil o
juvenil.
·
Atiende a toda persona que busca tu consejo o apoyo. Por más
antipática o insignificante que te parezca, considera en
ti a la persona adecuada para resolver su situación.
·
Cuando te hayas comprometido en alguna actividad o al atender a una
persona, no demuestres prisa, cansancio, fastidio o
impaciencia; si es necesario discúlpate y ofrece otro
momento para continuar.
·
No olvides ser sencillo, haz todo discretamente sin anunciarlo o
esperando felicitaciones.
El vivir en constante entrega a los demás, nos ayuda a
descubrir lo útiles que podemos ser en la vida de
nuestros semejantes, alcanzando la verdadera alegría y
la íntima satisfacción del deber cumplido. |