La
amabilidad al conducir puede salvar tu vida o la de un
ser querido.
Un padre de
familia, cierto día, cuando regresaba del trabajo, se
encontró con un embotellamiento de tránsito infernal y
notó que un señor conducía con mucho apuro, cortándole
el paso a todo el que podía al tratar de abrirse paso
entre los vehículos.
Cuando lo tuvo
muy cerca, el hombre apurado se le atravesó de una
manera tan brusca que por poco ocurre una colisión.
En ese momento,
tuvo deseos de insultarlo e impedirle el paso, pero
luego pensó: ¡El pobre! Está tan nervioso y apurado. . .
¡Sabrá Dios si tiene algún problema serio y necesita
llegar cuanto antes a su destino!
Con estos
pensamientos, detuvo por completo su auto y lo dejó
pasar. Al llegar a su casa, recibió la noticia de que su
hijo de tres años había sufrido un grave accidente y
había sido llevado al hospital por su esposa.
Inmediatamente se dirigió al hospital; al llegar, su
esposa corrió a sus brazos y lo tranquilizó diciéndole:
Gracias a Dios todo
está bien. El médico llegó justo a tiempo para salvar la
vida de nuestro hijo; ya está fuera de peligro.
Entonces, él pidió hablar con el médico para
agradecerle.
Cual no sería su
sorpresa cuando vio que el médico era ese señor nervioso
y apurado a quien le había cedido el paso casi una hora
antes.
Esta es una
historia que debemos tomar muy en cuenta hoy en día en
nuestra ciudad de Chihuahua ya que cada día son más los
vehículos que hay en circulación y tristemente hemos
notado que nos falta amabilidad al conducir, por ejemplo
cuando deseamos cambiar de carril y ponemos la
direccional en lugar de dejarnos pasar el que va en el
otro carril se acelera y no te lo permite ¿no te ha
pasado? Seamos amables al conducir no vaya a ser que
nos pase lo mismo que a los personajes de nuestra
historia. Nunca sabemos cual es la urgencia de la otra
persona. |