Ojo a
las señales
A
continuación te damos una hoja de ruta para que evalúes
tu mismo qué grado de inteligencia emocional estás
transmitiéndole a tus hijos.
1.
¿Qué
cosas
hace tu hijo cuando se enfada? Estos berrinches,
¿son frecuentes o no?
2.
Si tu
hijo no tiene algo que desea, ¿cómo reacciona?
¿se pone impaciente, o cada vez acepta mejor que no
puede tenerlo todo?
3.
Cuando
tiene
un problema, ¿se calla, viene inmediatamente a
contártelo, o se calla y cambia su forma de actuar?
4.
A todo
esto, tu hijo, ¿tiene épocas en las que está
más callado? ¿Qué tipo de preocupaciones le llevan a
ello?
5.
Le has
visto jugar con otros niños de su edad. ¿Qué
pasa cuando hay una discusión? ¿Cómo se porta tu
hijo? ¿Es el que más levanta la voz?
Recuerda
que la clave de todo este proceso es siempre observar a
tu hijo, estar lo suficientemente cerca de él como para
redirigirle cuando tiene un pensamiento equivocado. Para
hacerlo, tenemos que estar a su lado y verle con
sinceridad y honestidad, sin ignorar sus fallas, sin
creer ni que “la culpa es de los demás” ni que “es que
siempre te pasan a ti las cosas”. El equilibrio
emocional no se enseña: se transmite. Por lo que, el
primer paso, está en nosotros mismos, en sabernos
dirigir a una forma de actuar y sentir equilibrada.
Y es que,
para cuidar bien a un niño, primero hay que saberse
cuidar bien uno mismo. ¡Ánimo! |