Tommy estaba gravemente enfermo y había buscado a Dios
pero no había obtenido respuesta…
Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar
lanzando mis reclamos inútiles por encima de ese muro de
ladrillos a un Dios que posiblemente no estuviera ahí,
me rendí... Decidí que en realidad no me importaba Dios,
ni una vida después de la muerte, ni nada que se le
pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara
haciendo algo más provechoso. Pensé en usted y en su
clase y recordé otra cosa que usted nos había dicho:'La
mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería
igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca
haberle dicho a los que uno ama que los ama”.
Así
que empecé por el más difícil, mi padre. Él estaba
leyendo el periódico cuando me le acerqué: "Papá"
"¿Qué?", preguntó sin quitar sus ojos del periódico.
"Papá, quisiera hablar contigo."
"Bueno, habla."
"Papá... es algo verdaderamente importante."
Bajó
el periódico lentamente, "¿De qué se trata?"
"Papá, yo te amo. Sólo quería que lo supieras."
(Tom
me sonrió mientras me contaba con satisfacción, como si
sintiera un gozo, cálido y secreto, que fluía a través
de su interior.)
Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que
hubiese hecho antes: él lloró y me abrazó. Estuvimos
hablando toda la noche, aunque él tenía que ir a
trabajar al día siguiente. Me sentí tan bien de estar
cerca de mi padre, de ver sus lágrimas, de sentir su
abrazo y de oírle decir que me amaba.
Fue
más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También
ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos
cosas bonitas los unos a los otros. Compartimos las
cosas que habíamos guardado en secreto por tantos años.
Sólo me arrepiento de una cosa: de haber esperado tanto
tiempo. Ahí estaba, comenzando a abrirme a todas las
personas que siempre habían estado tan cerca de mí.
Entonces, un día me volteé ¡y ahí estaba Dios! No vino a
mí cuando yo se lo rogaba. Me imagino que yo me portaba
como un entrenador de animales aguantando el aro para
que saltara: ¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres
semanas. Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora.
Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había
encontrado! Usted tenía razón, me encontró aún después
de que yo dejé de buscarlo."
“Tom”, le dije casi sin aliento, "yo creo que estás
diciendo algo muy importante y más universal de lo que
tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que
estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a
Dios: es la de no hacerlo una posesión particular, un
solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en
tiempos de necesidad, sino abrirse al amor.
"Tom,
¿podría pedirte un favor?”, pregunté. “Fíjate, cuando te
tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero
(riendo) ahora puedes compensarme por todo... ¿Vendrías
a mi curso de Teología de
la
Fe
y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se los
dijera, no tendría el mismo impacto que puede tener al
contárselo tú."
"Oooh.
Yo estaba listo para usted, pero no sé si estoy listo
para su clase."
"Piénsalo Tom, y si te sientes listo, llámame."
Tom
me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo
para la clase, que él quería hacer eso por Dios y por
mí. Así que hicimos la cita, pero Tom nunca pudo
llegar... Él tenía una cita mucho más importante que la
mía y mi clase. Por supuesto que su vida no terminó con
la muerte, sólo cambió. Él dio el gran salto de la fe a
la visión. Él encontró una vida más hermosa que todo lo
que ha oído, visto o imaginado el ser .
Antes de que él muriera, hablamos una última vez: "No
voy a poder llegar a su clase", me dijo. "Lo sé, Tom."
"¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá al mundo entero por
mí?"
"Sí,
Tom, les diré. Haré lo mejor que pueda."
Así
que a todos ustedes que han tenido la bondad de oír esta
simple historia sobre el amor de Dios, gracias por
escuchar. Y a ti, Tommy, en los brillantes y verdes
cerros del Cielo: se los dije lo mejor que pude...
Muchas gracias,
Rev.
John Powell
Profesor de Loyola University, Chicago, Ills.
Dios
tiene un tiempo para todo, hasta para encontrarnos con
Él, ojalá que nuestro encuentro sea en nuestra juventud
y no en los últimos años de nuestra vida, para que
podamos disfrutar su acción amorosa en cada instante de
nuestra existencia. |