de Adam J. Jackson
En mi país, hay un cuento sobre un hombre que cortaba y
tallaba rocas para hacer lápidas. No se sentía feliz con
su trabajo y pensaba que le gustaría ser otra persona y
tener una posición social distinta.
Un día pasó por delante de la casa de un rico
comerciante y vio las posesiones que éste tenía y lo
respetado que era en la ciudad. El tallador de piedras
sintió envidia del comerciante y pensó que le gustaría
ser exactamente como él, en lugar de tener que estar
todo el día trabajando la roca con el martillo y el
cincel.
Para gran sorpresa suya, el deseo le fue concedido y de
este modo se halló de pronto convertido en un poderoso
comerciante, disponiendo de más lujos y más poder de los
que nunca había podido siquiera soñar. Al mismo tiempo
era también envidiado y despreciado por los pobres y
tenía igualmente más enemigos de los que nunca soñó.
Entonces vio a un importante funcionario del gobierno,
transportado por sus siervos y rodeado de gran cantidad
de soldados. Todos se inclinaban ante él. Sin duda era
el personaje más poderoso y más respetado de todo el
reino. El tallador de lápidas, que ahora era
comerciante, deseó ser como aquel alto funcionario,
tener abundantes siervos y soldados que lo protegieran y
disponer de más poder que nadie.
De nuevo le fue concedido su deseo y de pronto se
convirtió en el importante funcionario, el hombre más
poderoso de todo el reino, ante quien todos se
inclinaban. Pero el funcionario era también la persona
más temida y más odiada de todo el reino y precisamente
por ello necesitaba tal cantidad de soldados para que lo
protegieran. Mientras tanto el calor del sol le hacía
sentirse incómodo y pesado. Entonces miró hacia arriba,
viendo al sol que brillaba en pleno cielo azul y dijo:
“¡Qué poderoso es el sol! ¡Cómo me gustaría ser el sol!”
Antes de haber terminado de pronunciar la frase se había
ya convertido en el sol, iluminando toda la tierra. Pero
pronto surgió una gran nube negra, que poco a poco fue
tapando al sol e impidiendo el paso de sus rayos. “¡Que
poderosa es esa nube! – pensó – ¡cómo me gustaría ser
como ella!”
Rápidamente se convirtió en la nube, anulando los rayos
del sol y dejando caer su lluvia sobre los pueblos y los
campos. Pero luego vino un fuerte viento y comenzó a
desplazar y a disipar la nube. “Me gustaría ser tan
poderoso como el viento,” pensó, y automáticamente se
convirtió en el viento.
Pero aunque el viento podía arrancar árboles de raíz y
destruir pueblos enteros, nada podía contra una gran
roca que había allí cerca. La roca se levantaba
imponente, resistiendo inmóvil y tranquila a la fuerza
del viento. “¡Qué potente es esa roca!” – pensó – “¡cómo
me gustaría ser tan poderoso como ella!”
Entonces se convirtió en la roca, que resistía
inamovible al viento más huracanado. Finalmente era
feliz, pues disponía de la fuerza más poderosa existente
sobre la tierra.
Pero de pronto oyó un ruido. Clic, Clic, Clic. Un
martillo golpeaba a un cincel. y éste arrancaba un trozo
de roca tras otro. “¿Quién podría ser más poderoso que
yo?”, pensó, y mirando hacia abajo la poderosa roca
vio... al hombre que hacía lápidas.
Muchas personas consumen su vida entera buscando la
felicidad sin encontrarla nunca, simplemente porque no
miran en el lugar adecuado. Nunca podrás ver una puesta
de sol si estás mirando hacia el Este y nunca
encontrarás la felicidad si la buscas entre las cosas de
afuera. El cuento del tallador de lápidas nos enseña que
la felicidad no depende de lo que cambies en tu vida...
sino de lo que tu lleves dentro. |