Aunque sea para evitar que sus hijos, vecinos y amigos
la bauticen como la “gritona”, siga estos simples
consejos.
¿Quién no pierde a diario la paciencia y se encuentra de
pronto dando órdenes a los niños con un nivel de
decibeles poco saludable? Es cierto, muchas veces
parece imposible controlarlo y todo padre sincero
reconoce, de vez en cuando, perder los estribos. Sin
embargo, intentar moderar el volumen de la voz es
importante: educar sin gritos se puede y se debe. A
través de una pequeña encuesta realizada por HF
conocimos algunas de las tácticas que los padres han
desarrollado para lograrlo:
Tomar conciencia de que gritar no sirve:
“Noté que por más que desgastara mi garganta, mis gritos
no estaban teniendo el efecto deseado. Me di cuenta que
el oído de mis hijos se había acostumbrado al terrible
volumen de mi voz y me vi hablando sola. Era un método
que no me estaba dando ningún resultado así que opté por
evitar alzar la voz. Ahora, cuando me veo en la
tentación de hacerlo, pienso en los nefastos resultados
que eso trae y opto por otras maneras de comunicarme”.
Antonia, cuatro hijos.
Caminar hacia donde están los hijos:
“Descubrí que dirigir la casa desde mi cuarto o haciendo
mis cosas era lo que más me hacía gritar. No se puede
pretender controlarlo todo a distancia. Ahora, aunque
esté concentrada haciendo otras cosas o descansando en
mi pieza, sé que debo hacer un pequeño esfuerzo y
acercarme hacia quien quiero dar la orden. Hablarle a
una persona cuando se está enfrente de ella por supuesto
que ayuda a no gritar. Parece algo muy normal, pero al
revisar nuestras conductas, de verdad que la mayoría de
las veces gritamos por estar lejos de nuestros hijos.
Hagan la prueba, les garantizo que resulta”.
Teresa, tres hijos.
Cambiar de escenario con los niños:
“Hay períodos en que porque estoy más cansada e
irritable definitivamente pierdo con facilidad el
control y me veo gritándole con bastante frecuencia a
mis hijos. Minutos después me arrepiento, pues veo con
claridad la desproporción. Por eso he optado por lo sano
y para aquellas etapas descubrí que lo mejor era romper
la rutina, salir de la casa con los niños, hacer
panoramas entretenidos, pedirle a mi marido que
saliéramos a comer o pasáramos un fin de semana fuera de
casa. Todo eso genera una renovación de energía que me
hace disminuir considerablemente mis ganas de gritar”.
Constanza, cinco hijos.
Pedir relevo:
“En las tareas cotidianas, la hora de comida, las peleas
entre hermanos… somos las mamás las que nos llevamos
gran parte del peso en poner orden. Notaba que al final
del día me ponía gritona y le llamaba la atención a los
niños por cosas sin importancia. Hasta mi marido al
llegar de la oficina se impresionaba de mi mal humor.
Entonces optamos de que él se encargara de las últimas
horas: de que se laven los dientes y se vayan a la cama.
Todo ha resultado mejor, obedecen más y ya no se oyen
gritos”.
Trinidad, tres hijos.
Otros errores:
Además de gritar hay que evitar:
·
Ceder después de decir no: Antes de decirle no a un hijo
piénselo mucho porque después de dicho lo peor es dar
marcha atrás.
-
La falta de coherencia: En general la reacción
de los padres debe ser siempre dentro de una misma
línea.
-
No escuchar: Muchos padres se quejan de que sus
hijos no los escuchan, pero a veces la raíz del
problema es que ellos nunca han escuchado a sus hijos.
-
Exigir éxitos inmediatos: Con frecuencia, los
padres tienen poca paciencia con sus hijos, querrían
que fuesen mejores, pero lo cierto es que nadie nace
sabiéndolo todo. Se requiere un tiempo para el
aprendizaje.
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