Profesora Noelia Almanza
Traer a un nuevo ser al
mundo implica responsabilizarse de él, lo que conlleva
que esta nueva llegada nos cause miedos, sobre lo que le
pueda ocurrir.
Debemos aprender a
evaluar las posibles situaciones de riesgo para el niño
y nuestra capacidad de controlar la angustia y miedo, ya
que si no nuestra vida se convertirá en un constante
sobresalto.
Tenemos que aprender a
diferenciar entre los riesgos reales que el niño conoce
y los que no.
Los niños son capaces de
prever peligros reales, y seria imperdonable por nuestra
parte no poner los medios necesarios para evitarlos,
como cerrar ventanas, dejar que crucen solos la calle,….
Existen otros riesgos,
peligros reales que los niños no son capaces de
reconocer, pero que pueden llegar a reconocerlos, no
tocar la plancha porque esta muy caliente, este tipo,
requiere única y exclusivamente de nuestra atención,
vigilancia y perseverancia.
Sin embargo existen
otros peligros reales, pero no limitados, normalmente
exagerados en los pensamientos de los padres
intranquilos, como por ejemplo el que un niño se pueda
caer si sube a una silla.
Es bueno dejar que los
niños experimenten, exploren y quizá en ocasiones que
sientan miedo y así medir sus fuerzas, siempre y por
supuesto bajo la atenta vigilancia del adulto.
Debemos plantearnos que
es mejor, ¿impedirle el paso o que con nuestra ayuda y
dedicación exploren y conozcan?.
A veces basta con unas
pequeñas adaptaciones que harán que la vida de los niños
sea más segura.
Hay que ser conscientes
de dónde acaba la protección y dónde la sobreprotección. |