Ser audaces
Trabajar el matrimonio.
Efectivamente herramientas y trabajo van muy unidos. Ya
sea un trabajo manual o intelectual, hacen falta
herramientas adecuadas para llevarlo a cabo. A esas dos
palabras: herramientas y trabajo se une de manera
obligatoria otra mas, esfuerzo. Ningún trabajo
bien hecho puede ser realizado sin esfuerzo, sin
entrega. Hace falta poner voluntad en lo que se hace ya
que no siempre apetece.
Fue del periodista británico Paul Johnson de quien
aprendí la expresión “trabajar el matrimonio”. Johnson
se refería a una anécdota que tenía como protagonista a
la esposa del canciller Bismark. Ella era una mujer mas
bien tímida y apocada, él por el contrario un hombre de
mucha personalidad y en auge socialmente. En esta
situación ella le planteó sus miedos de que él no la
amara debido a sus diferencias y Bismark le contestó:
“Olvidas querida que
me casé contigo para
amarte”
Lo normal es que una pareja se case enamorada en un
momento en que todo es de color rosa y se está lleno de
ilusiones y sentimientos. Pasado el tiempo ésta
situación puede desaparecer o atenuarse, será entonces
el momento de utilizar la herramienta que hoy toca:
recordar que “me casé contigo por amor y
para amarte”.
Uno se casa por amor pero lo más importante es casarse
para amar. El amor no es solo cuestión de sentimientos
sino de compromiso personal.
Dejarse seducir
Otra herramienta importante para gestionar bien las
posibles crisis en el matrimonio es según
Diane Sollee “dejarse influir por el
otro”, aprender a escuchar y valorar sus
opiniones y consejos, buscar sus valores.
Es importante buscar tiempo para estar juntos,
salir al encuentro de la pareja buscando aquellas cosas
que al otro le gustan, dejarse seducir una y otra vez.
Muchas veces es más difícil dejarse querer que querer.
Uno de los principales peligros de la vida en común es
el amor propio, el orgullo que muchas veces hace que
pequeñas diferencias levanten un muro de silencio que
puede llegar a convertirse, con el tiempo, en un muro
infranqueable.
Es necesario conocer la distinta psicología del hombre y
la mujer que se manifiesta en aparentes “pequeñeces”. El
hombre debe saber lo que la mujer reclama: no da por
supuesto que es amada, necesita que el hombre le diga
que la quiere. Así, ceder el paso o el asiento, hacer de
vez en cuando un pequeño regalo o detalle, una llamada
en medio de la jornada laboral, el recuerdo de un
aniversario y escuchar con interés ayudan a mantener
vivo el amor. Aunque se trate de una simplificación, los
hombres, generalmente más infantiles, nos conformamos
con que se nos admire y reconozca nuestra valía.
El cónyuge debe ocupar el primer lugar en la cabeza y el
corazón del otro y esto debe de demostrarse en la
relación cotidiana. Amar no es una idea abstracta, tiene
que ser visible.
Es necesario no perder nunca la capacidad de asombro
ante la vida, buscar las virtudes y valores del otro
constantemente y dejarse seducir.
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