Autor:
Julio Lorenzo Rego
Una serie de actitudes concatenadas que nos ofrecen la
solución al resentimiento.
Caridad de pensamiento
Aunque
por su nombre parece pertenecer al área intelectiva, en
realidad su campo de acción se encuentra en la dimensión
espiritual; su cometido es sensibilizar el área afectiva
de la personalidad. La caridad de pensamiento va
disolviendo la dureza de corazón, va transformando un
corazón duro en un corazón
sensible. La caridad de
pensamiento es un don de Dios que debemos pedirle y que
debemos reconocer cuando nos es otorgado.
En
cuántas ocasiones las personas hacemos esfuerzos para no
dañar al otro, cuántas veces controlamos nuestra
afectividad o nuestro instinto para
no responder
inadecuadamente. Este tipo de actitud, si bien es
adecuada no es la más
adecuada. Y no lo es,
entre otros motivos, porque produce ansiedad o eleva la
ya existente. ¿Qué necesidad hay de contenerse o de
aguantar tanto? ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Será, quizá,
que estamos manteniendo nuestro orgullo?
No
hagamos tanto esfuerzo, obremos con más sencillez,
actuemos como si realmente no hubiéramos sido ofendidos.
No se trata de dar soluciones a la tensión o a la ofensa
sino que es más hábil e inteligente, conseguir que no se
produzca el daño inicial.
Para
lograr lo anterior es útil disponer permanentemente de
una actitud de comprensión hacia el otro, poniéndonos en
su lugar. Si lo pensamos con un mínimo detenimiento,
casi todas las actitudes y conductas humanas tienen una
explicación. Además quien actúa mal tiene un problema.
Si hemos sido agredidos, el problema es del agresor
porque es quien ha actuado mal. Si el otro ha obrado
inadecuadamente, la
consideración debe llevarnos no solo a la comprensión,
sino al perdón y aún más, a tenderle la mano porque
necesita ayuda y además, posiblemente, nuestra ayuda. Y
digo nuestra ayuda porque necesita a quien puede
ofrecerle la solución. ¿Cómo me atrevo a decir que
nosotros podemos ofrecerle la solución? Porque la
solución no está en nosotros pero sí está en Dios y
nosotros somos su instrumento.
No en vano se llama
caridad de pensamiento
Caridad
no es solidaridad ni filantropía ni
altruismo. Es más. Es el amor de Dios habitando en el
corazón del hombre. De esta manera el amor es más puro
puesto que es amor de Dios.
Vemos,
pues, como la caridad de pensamiento tiene dos
direcciones. Hacia nosotros y hacia el otro. Hacia
nosotros establece una barrera protectora para no
sentirnos heridos –al intentar comprender al otro- y por
lo tanto aleja el resentimiento. Hacia el otro, es el
primer eslabón para
otorgarle el perdón.
Inteligencia
Una de
las funciones de la inteligencia es conseguir el dominio
de la racional sobre lo
sensible. No se trata de
un dominio despótico e inflexible sino un dominio
inteligente.
No se debe someter lo
sensible pues lo afectivo es bueno en sí mismo. Lo
racional es de orden superior a lo sensible y debe
controlar a éste pero en ocasiones debe permitirle su
libre expresión e incluso debe fomentar la expresión y
manifestación sensible.
En el
tema que nos ocupa, la inteligencia debe realizar el
análisis y comprensión de las
causas que han provocado
la ofensa y el posterior resentimiento, buscando los
motivos
que puedan atenuar o
incluso eximir la responsabilidad del ofensor. En
ocasiones su
voluntad no ha sido
producir un daño y en otras no ha actuado con plenitud
de conocimiento.
Voluntad
Mediante la voluntad decidimos retener la agresión en
nuestro interior o dejarla pasar
sin que nos perjudique.
Es decir, gracias a la intervención de la voluntad
elegimos quedar resentidos o libres.
No se confunda con
negligencia. Una actuación negligente comporta no tomar
conciencia de la acción que nos ha dañado. Sería
negligente no analizar las causas que le han llevado a
dicha acción porque de esta manera impedimos estimularle
en su corrección. Por el contrario, una acción
responsable conlleva el análisis de las causas pero no
un volver a sentir o lo que es igual, “re-sentir”. Es
decir, el análisis es adecuado pero el volver a sentir
no lo es.
Lo anterior permitirá
impedir que nada ni nadie perturbe la necesaria paz
interior y por otro lado debemos ser plenamente
conscientes de que nadie puede herirnos sin nuestro
consentimiento.
Perdón
Así
como el resentimiento pertenece al área afectiva, el
perdón se encuadra en el área
de la voluntad, es
decir, en una zona superior cual es la intelectiva.
Conviene distinguir entre disculpar y perdonar. Disculpar es más sencillo
pues uno mismo percibe que no ha existido
intencionalidad en producir el daño, que ha sido un acto
totalmente involuntario. Perdonar es un acto esencial de
amor, de lo contrario no se entendería el amor a los
enemigos. Es uno de los misterios del cristianismo, no
se entiende desde la sola óptica humana, pero se
entiende perfectamente gracias al testimonio de Cristo.
Conclusión
Vemos,
pues, que el resentimiento anida en el área afectiva y
tanto más cuando ésta no ha sido iluminada por la
dimensión espiritual o controlada por la racional. En
sentido contrario, son las áreas superiores del ser
humano, espiritual y racional, las que procuran la
curación del resentimiento.
La próxima semana hablaremos de las
consecuencias y características del perdón. |