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Nov, 03, 2006


 

 

 

 

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La terapia del perdón en una sociedad endurecida (III)

Autor: Julio Lorenzo Rego

Consecuencias del perdón

Es natural que tras la ofensa, en cualquier persona, se disparen automáticamente las tendencias emocionales negativas. Forma parte de la naturaleza humana. De esta manera, si no hay perdón, se instaura un déficit en la libertad, se producen unas ataduras que impiden la progresión hacia la superación. El hombre queda estancado, atado, maniatado, resentido, atascado, frustrado.

Pero el hombre es un espíritu encarnado y por lo tanto no debe eclipsar la fuerza espiritual que en él se alberga, so pena de quedarse limitado a un ser incompleto. Si permite que la dimensión espiritual le complete entonces se produce un giro, el cambio liberador, un cambio de signo, de la esclavitud a la libertad, de la frustración a la liberación, de la amargura a la felicidad, del estancamiento a la progresión.

Este cambio produce consecuencias a dos niveles: psicológico y espiritual.

Nivel psicológico

De la resignación inicial, y gracias al perdón, se llega a la aceptación. Son dos conceptos totalmente contrarios aunque se confunden con frecuencia. La resignación es negativa y no produce más que dolor. La aceptación es positiva y, como veremos, lleva a la felicidad.

La aceptación de un bien y también de un mal produce tranquilidad y esta tiene simultáneamente dos consecuencias. Por un lado, en nuestro interior se opera un estado de paz interior que por sí misma es liberador; el organismo ya no está atado, es libre, puede pensar y actuar como es debido, como todo ser auténticamente libre. Por otro, desde el estado de tranquilidad se facilita el sentimiento de conmiseración por el otro que a la vez tiene dos efectos. El primero me induce a la intercesión por él y además el otro percibe el amor que le brindo y esto revierte sobre mí en una predisposición favorable de su persona hacia la mía, es decir, en un acercamiento amistoso.

De esta manera se demuestra cómo de una ofensa real o de la percepción de un hecho como ofensivo, gracias al perdón, en lugar de resentimiento y consiguiente daño propio y ajeno se logra un estado de paz interior y de amistad. Es decir, se logra transformar un sentimiento negativo en positivo.

Una observación interesante. Si nos damos cuenta, al tener resentimiento le estamos concediendo a otra persona la potestad de coartar nuestra felicidad, le estamos entregando la llave de nuestra felicidad. Esta nunca deber estar sometida o depender de factores circunstanciales sino que debemos descubrir que la felicidad anida en nuestro interior; pero hay que saber descubrirla. Al romper con el resentimiento y optar por el perdón recuperamos la libertad.

En otro orden de cosas, se la persona se habitúa a aceptar las ofensas y las dificultades, ya no tendrá que hacer denodados esfuerzos en el futuro para evitar la resignación sino que automáticamente estará consiguiendo la aceptación de esas ofensas y dificultades.

Nivel espiritual

Al perdonar nuestro corazón se dilata, se esponja y de esta forma se hace permeable al amor misericordioso de Dios. Él respeta tanto nuestra libertad que condiciona su acción a nuestra determinación. Dios nos perdona si nosotros queremos, si se lo pedimos, si nos arrepentimos y si perdonamos al prójimo. Si no se dan estos requisitos Dios no puede perdonarnos.

No en vano en el Padrenuestro que Cristo nos enseñó imploramos, “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; entendiéndose perfectamente que anteponemos el perdón al prójimo como condición para recibir el perdón personal.

 

La próxima semana será la última parte de este brevísimo curso y hablaremos de las características que debe tener el perdonar para que el perdón sea verdadero.

 

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