Autor: Julio
Lorenzo Rego
Características del
perdón
Ahora mencionamos el modo en que se debe perdonar para
que el perdón sea verdadero y por tanto produzca los
beneficios psicológicos y espirituales descritos.
Para ello deben darse los siguientes requisitos:
Inmediatez
Antes de que asiente el resentimiento. Cuanto más tiempo
se conceda a este más difícil es el perdón,
pues el daño se enraíza y no quiere marcharse, pretende
corroernos, es una de
las sutilezas del demonio, el fomento de nuestro orgullo
herido.
Totalidad
Hay que perdonar sin reservas, todo, hasta lo
aparentemente imperdonable. Si dejamos algo sin
perdonar, si hay reserva, significa que no hay verdadera
intención de paz ni
libertad. En ese caso es posible que estemos
engañándonos a nosotros mismos y
revistiéndonos de un aparente
perdón, de un pseudoperdón, pretendamos engañar la
conciencia pero sin ser
auténticos con toda nuestro ser. Es un engaño, en esto
hay que ser radicales,
como con el cáncer o con el más sutil e inteligente de
nuestros enemigos.
Reiterado
Hasta setenta veces siete dice el Evangelio. Siempre. Va
a ser difícil, encontraremos muchas
dificultades, una es el cansancio, otra pensar que se
están riendo de nosotros
(otra vez la tentación del orgullo herido), otra que
pareceremos ingenuos, pero no importe parecerlo si
actuamos adecuadamente, y además ¿a quién se lo
parecemos, esa persona nos importa más que Dios? Esta
actitud más que ingenuidad es sagacidad pues se trata de
un proyecto a largo plazo y el triunfo siempre es para
quien actúa
adecuadamente, con la mirada puesta en el porvenir, con
mirada de largo alcance.
Para perdonar reiteradamente ante diversas afrentas o
ante una misma y a lo largo del
tiempo, se precisa fortaleza.
Realista
Perdonar, decía antes, no es ingenuidad. Hay que saber
mirar la ofensa y otras veces el pecado como lo
que son. La realidad se mira de frente, no
tangencialmente. Ese
realismo conlleva, en primer lugar, considerar las
posibles circunstancias
atenuantes o eximentes que concurren en el ofensor.
Posteriormente aborrecer el daño,
el mal, lo injusto, el horror
provocado pero siempre con la conmiseración hacia el
agresor. Odia el delito y
compadece al delincuente se decía antaño.
Humilde
Condición imprescindible para perdonar. El orgulloso no
perdona realmente y si lo hace, difícilmente su
perdón es auténtico y profundo salvo conversión previa.
No en vano dijo Jesús
que quien estuviera sin pecado tirara la primera piedra
a la mujer sorprendida en
adulterio. Todos se fueron
avergonzados. La vergüenza provenía de sus pecados y de
haberse erigido jueces sin
serlo, pero perdonaron en cuanto se reconocieron
pecadores.
Acogedor
Hay que estar prestos a procurar una “salida
airosa” a quien ofendió.
Además de perdonar procede ayudarle a que rectifique su
proceder para que no vuelva a repetirlo y, quizá
incluso, de ese modo y gracias al testimonio sirva para
encauzar algunas otras actitudes inadecuadas. Este modo
acogedor quizá implique modificar algunas de nuestras
disposiciones y comportamientos puesto que, ¿en cuántas
ofensas que hayamos recibido no habremos tenido parte en
la provocación del otro?
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |