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Nov, 10, 2006


 

 

 

 

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La terapia del perdón en una sociedad endurecida (IV)

Autor: Julio Lorenzo Rego

Características del perdón

Ahora mencionamos el modo en que se debe perdonar para que el perdón sea verdadero y por tanto produzca los beneficios psicológicos y espirituales descritos.

Para ello deben darse los siguientes requisitos:

Inmediatez

Antes de que asiente el resentimiento. Cuanto más tiempo se conceda a este más difícil es el perdón, pues el daño se enraíza y no quiere marcharse, pretende corroernos, es una de las sutilezas del demonio, el fomento de nuestro orgullo herido.

Totalidad

Hay que perdonar sin reservas, todo, hasta lo aparentemente imperdonable. Si dejamos algo sin perdonar, si hay reserva, significa que no hay verdadera intención de paz ni libertad. En ese caso es posible que estemos engañándonos a nosotros mismos y revistiéndonos de un aparente perdón, de un pseudoperdón, pretendamos engañar la conciencia pero sin ser auténticos con toda nuestro ser. Es un engaño, en esto hay que ser radicales, como con el cáncer o con el más sutil e inteligente de nuestros enemigos.

Reiterado

Hasta setenta veces siete dice el Evangelio. Siempre. Va a ser difícil, encontraremos muchas dificultades, una es el cansancio, otra pensar que se están riendo de nosotros (otra vez la tentación del orgullo herido), otra que pareceremos ingenuos, pero no importe parecerlo si actuamos adecuadamente, y además ¿a quién se lo parecemos, esa persona nos importa más que Dios? Esta actitud más que ingenuidad es sagacidad pues se trata de un proyecto a largo plazo y el triunfo siempre es para quien actúa adecuadamente, con la mirada puesta en el porvenir, con mirada de largo alcance. Para perdonar reiteradamente ante diversas afrentas o ante una misma y a lo largo del tiempo, se precisa fortaleza.

Realista

Perdonar, decía antes, no es ingenuidad. Hay que saber mirar la ofensa y otras veces el pecado como lo que son. La realidad se mira de frente, no tangencialmente. Ese realismo conlleva, en primer lugar, considerar las posibles circunstancias atenuantes o eximentes que concurren en el ofensor. Posteriormente aborrecer el daño, el mal, lo injusto, el horror provocado pero siempre con la conmiseración hacia el agresor. Odia el delito y compadece al delincuente se decía antaño.

Humilde

Condición imprescindible para perdonar. El orgulloso no perdona realmente y si lo hace, difícilmente su perdón es auténtico y profundo salvo conversión previa. No en vano dijo Jesús que quien estuviera sin pecado tirara la primera piedra a la mujer sorprendida en adulterio. Todos se fueron avergonzados. La vergüenza provenía de sus pecados y de haberse erigido jueces sin serlo, pero perdonaron en cuanto se reconocieron pecadores.

Acogedor

Hay que estar prestos a procurar una “salida  airosa” a quien ofendió. Además de perdonar procede ayudarle a que rectifique su proceder para que no vuelva a repetirlo y, quizá incluso, de ese modo y gracias al testimonio sirva para encauzar algunas otras actitudes inadecuadas. Este modo acogedor quizá implique modificar algunas de nuestras disposiciones y comportamientos puesto que, ¿en cuántas ofensas que hayamos recibido no habremos tenido parte en la provocación del otro?

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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