Colaboración:
Hmno. Alejandro Bünsow.
Hace poco tiempo cuando estaba en el aeropuerto escuché
por casualidad a una madre e hija que se estaban
despidiendo. Cuando anunciaron la partida del vuelo
ellas se abrazaron y la madre dijo: "Te amo y te deseo
lo suficiente".
La hija respondió: "Madre, nuestra vida juntas ha sido
más que suficiente. Tu amor es todo lo que he
necesitado. También te deseo lo suficiente".
Ellas se saludaron con un beso y la hija partió.
La madre pasó muy cerca de donde yo estaba sentada y
noté que ella necesitaba llorar. Traté de no observarla
para no invadir su privacidad pero ella se dirigió hacia
mí y me preguntó:
- ¿Alguna vez se ha despedido de alguien sabiendo que
era para siempre?
- Sí, lo he hecho - respondí. - Perdón por preguntar -
contesté -, pero ¿por qué esta despedida es para
siempre?
- Yo soy una mujer vieja, y ella vive muy lejos de aquí.
La realidad es que su próximo viaje será para mi
funeral.
- Cuando se despidió de ella escuché que le dijo "te
deseo lo suficiente". ¿A qué se refiere?
Comenzó a sonreír.
- Eso es un deseo que hemos transmitido de generación en
generación. Mis padres solían decirlo.
Ella hizo una pausa y miró hacia arriba como si tratara
de recordarlo en detalle, luego sonrió aún más.
- Cuando decimos "Te deseo lo suficiente", es que
deseamos que la otra persona tenga una vida llena de
SÓLO lo suficientemente bueno para vivir.
Entonces, dirigiéndose hacia mí, ella compartió lo
siguiente como si lo estuviera recitando de memoria:
"Te deseo que tengas suficiente sol para mantener tu
espíritu brillante.
Te deseo suficiente lluvia para que aprecies aún más el
sol.
Te deseo suficiente felicidad para que tu alma esté
viva.
Te deseo suficiente dolor para que las pequeñas alegrías
de la vida parezcan más grandes.
Te deseo que tengas suficientes ganancias que satisfagan
tus necesidades.
Te deseo suficientes pérdidas para que aprecies todo lo
que posees.
Te deseo suficientes bienvenidas para que logres
soportar las despedidas”.
… Luego ella comenzó a llorar y se alejó.
El ser humano, durante toda su existencia vive un
proceso de aprendizaje constante para llegar a ser mejor
persona. Durante ese proceso atraviesa por épocas buenas
y épocas malas, días de sol y días de lluvia, abundancia
y escasez, paz y guerra. Por eso, mi querido lector,
cuando las dificultades llamen a tu puerta, en lugar de
preguntarte ¿por qué a mí? pregúntate ¿para qué a mí?
Suenan casi igual pero la segunda cuestión se refiere
más a ¿qué debo aprender yo de esto? Y cuando la
abundancia, la paz y la dicha estén contigo no te
olvides de agradecer y de compartir.
A todos mis lectores y amigos
¡LES DESEO LO SUFICIENTE!!!
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |