“Hay que respetar a los mayores” parece quebrarse ante
estas cuatro situaciones. Analicémoslas.
María
Ester Roblero C.
¿TUTEAR O NO?
Una niña de 12 años va de visita a la casa de su amiga.
A la hora del té le pregunta al dueño de casa: “Oye, ¿de
verdad tú eres doctor de rodillas? ¿Trabajas hasta muy
tarde?” La madre opinó después que esa niñita era una
mal educada por tutear así a un adulto. El padre no
estuvo de acuerdo y opinó que era simpática y con una
gran personalidad. ¿Quién tiene la razón?
Hay que aclarar que la pregunta ¿tutear o no hoy?, no
tiene una sola respuesta. Gobernantes como Helmut Kohl y
el ex Pdte. Ruso Boris Yeltsin tuteaban a la gente. En
China, ni hablar de tutear a un mayor. En nuestra
América Latina el tuteo se ha hecho habitual. De ahí que
en este caso, la niña no podría ser tildada tan
fácilmente de “mal educada”. Y su interés por la
profesión del papá de su amiga puede interpretarse como
buena educación. ¿Dónde está la falta? Debiera haber
mostrado el mismo interés por los demás presentes; de
ese modo ese interés deja de ser “interesado” -valga la
redundancia- sino auténtico. Conclusión: dado que hoy no
existe acuerdo sobre si tutear o no a un adulto, es
mejor enseñarles a los niños a tratar de usted hasta que
sean autorizados por el propio adulto para tutear.
LAS CONVENCIONES, ¿SIEMPRE?
Un niño de 9 años en misa se niega a dar el asiento a
una viejita de bastón que se la ha puesto al lado. Le
dice a su madre: “Nosotros llegamos cada domingo diez
minutos antes para quedar adelante y sentados. Yo me
distraigo de pie. Y esta vieja lleva tres domingos
llegando atrasada y se me para al lado... No, no, y no.
Hoy no le voy a dar el asiento aunque tú me castigues”.
¿Tiene razón o no el niño?
Lamentablemente, el niño tiene razón. Los adultos no
pueden exigir respeto si ellos a su vez no lo viven. Más
hoy, cuando a los niños se les enseña a cuestionar a los
mayores ante el ejemplo de los corruptos, infieles, y
abusivos. ¿Qué hacer en esta situación? La primera vez,
se le debe exigir al niño que dé el asiento a la persona
mayor. La segunda vez, también, pero este acto debe ser
explicado al hijo como una acto de virtud, porque
implica un servicio a otro. Es bueno premiar verbalmente
al hijo por su acto. Pero a la tercera, es la madre o
el padre del niño quien debe dar el asiento a la persona
mayor, para ejemplificar el respeto al adulto pero
también al niño, que no puede ser víctima del
aprovechamiento de nadie.
CASA ABIERTA A LOS AMIGOS, ¿CUÁNTO?
Entusiasmada con su rol de anfitriona de los amigos de
su hijo, una mamá los espera con un rico té: chocolate
helado, pastel y galletas. Uno de los niños le dice: “¿Y
no hay Coca-Cola? Entonces no quiero nada…” Una hora
después lo descubre husmeando en el refrigerador. ¿Lo
corrige o no?
Este ejemplo genera otra polémica: ¿Sólo los padres
tienen el deber de corregir a sus hijos o también los
demás adultos? En Estados Unidos se llevó a cabo en un
pueblo una experiencia piloto donde todos los habitantes
debían respetar un listado conocido de normas de
convivencia. De ese modo, cualquier adulto podía
respetuosamente corregir a un niño o joven. El problema
está en que no existe un código común entre familias.
Este niño que husmea en el refrigerador es claramente un
mal educado. De ahí que la madre reaccione bien al
encontrarlo en la cocina si le dice: “En esta casa, yo
soy la dueña de casa y los invitados no pueden abrirlo
sin mi autorización”. Sería poco prudente decirle a la
madre “tu hijo es un confianzudo”, pero vale la pena
contarle los hechos para que ella pueda evaluar las
consecuencias de no educar al hijo en normas básicas de
educación como “cuando te inviten a otra casa, debes
comer lo que hay aunque no te guste, en ese caso sólo
comes un poco y si insisten en que comas más, dices
“no, muchas gracias”. Y jamás, JAMÁS, invadir los
espacios privados de la casa.
¿POR QUÉ TÚ SÍ Y YO NO?
La mamá reclama porque desaparecieron dos lápices de su
cajón. Ahora no hay ni uno. El hijo de 10 años le dice:
¿Por qué tú puedes escribir con lápices ricos y yo no,
siendo que tú sólo firmas cheques y yo, en cambio,
escribo en clases todo el día? ¿Qué le responde ella?
La pregunta de fondo es si los adultos tienen
privilegios por sobre los niños en una familia. La
respuesta rotunda es “sí”. ¿Por qué? Entre otras razones
porque eso, por sí solo, es un estímulo para lograr que
el niño quiera ser adulto. La inmadurez prolongada
muchas veces se debe a un estar acomodado en la etapa
infantil, en que se tiene todo sin ningún esfuerzo. De
ahí que enseñarles a respetar los espacios privados de
sus padres, a no tomarse los yogurs diet de la mamá, u
tomar su cortauñas y no dejarlo donde estaba… tenga un
trasfondo educativo que va más allá del respeto. Aunque
en este caso el respeto implica entender “respeta al que
ha conseguido con su esfuerzo privilegios a los que tú
accederás con el mismo esfuerzo”.
El respeto en la religión Hindú
En una lección para los jóvenes seguidores de una
antigua religión hindú, se transcribe el siguiente
diálogo:
Ravi: Señor, ¿Puede usted decirnos cómo demostrar
respeto a los mayores?
Profesor: Cuando los mayores se van, camina hacia la
puerta con ellos. No te rías de ellos. No los
interrumpas cuando están hablando. No discutas con
ellos. No les hagas bromas. Nunca digas cosas malas
sobre los mayores. Los niños respetuosos son elogiados
en todas partes y cuando se convierten en mayores
también reciben el respeto de los otros mayores.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |