Una historia que nos enseña acerca de la generosidad y
la responsabilidad en las fiestas de Navidad
De
prisa, entré en la tienda a comprar unos regalos de
Navidad de última hora. Miré a mí alrededor toda la
gente que había y me molesté un poco. "Estaré aquí una
eternidad; con tanto que tengo que hacer pensé". La
Navidad se había convertido ya casi en una molestia.
Estaba deseando dormirme por todo el tiempo que durara,
pero me apresuré lo más que pude por entre la gente en
la tienda.
Entré en el departamento de juguetes. Otra vez más, me
encontré murmurando para mi misma, sobre los precios de
aquellos juguetes. Me pregunté si mis nietos jugarían
realmente con ellos. De pronto, me encontré en la
sección de muñecas. En una esquina, me encontré un niño,
como de 7 años, sosteniendo una preciosa muñeca.
Estaba tocándole el cabello y la sostenía muy
tiernamente. No me pude aguantar; me quedé mirándolo
fijamente y preguntándome para quien sería la muñeca que
sostenía, cuando de pronto se le acercó una mujer, a la
cual él llamo tía.
El
niño le preguntó: "¿Estás segura que no tengo dinero
suficiente?"
Y la
mujer le contestó, con un tono impaciente: "Tu sabes que
no tienes suficiente dinero para comprarla."
La
mujer le dijo al niño que se quedara allí donde estaba
mientras ella buscaba otras cosas que le faltaban. El
niño continuó sosteniendo la muñeca. Después de un
ratito, me le acerqué y le pregunté al niño para quien
era la muñeca.
El
me contestó: "Esta muñeca es la que mi hermanita deseaba
con tanto anhelo para Navidad. Ella estaba segura que
Santa Claus se la iba a traer."
Yo
le dije que lo más seguro era que Santa Claus se la
traería.
Pero
él me contestó: "No, Santa no puede ir a donde mi
hermanita está. Yo le tengo que dar la muñeca a mi mamá
para que ella se la lleve a mi hermanita.
Yo
le pregunté donde estaba su hermana.
El
niño, con una cara muy triste me contestó: "Ella se ha
ido con Jesús. Mi papá dice que mamá se va a ir con ella
también." Mi corazón casi dejó de latir.
Volví a mirar al niño una y otra vez. Él continuó: "Le
dije a Papá que le dijera a Mamá que no se fuera
todavía.
Le
dije que le dijera a ella que esperara un poco hasta que
yo regresara de la tienda." El niño me preguntó si
quería ver su foto y le dije que me encantaría.
Entonces, él sacó unas fotografías que tenía en su
bolsillo y que había tomado al frente de la tienda y me
dijo:
"Le
dije a papá que le llevara estas fotos a mi mamá para
que ella nunca se olvide de mi. Quiero mucho a mi mamá y
no quisiera que ella se fuera. Pero papá dice que ella
se tiene que ir con mi hermanita."
Me
di cuenta que el niño había bajado la cabeza y se había
quedado muy callado. Mientras él no miraba, metí la mano
en mi cartera y saqué unos billetes. Le dije al niño que
contáramos el dinero otra vez y lo cogí con mis manos
juntándolo a los billetes que había sacado.
El
niño se entusiasmó mucho y comentó: "Yo sé que es
suficiente." Y comenzó a contar el dinero otra vez. El
dinero ahora era suficiente para pagar la muñeca.
El
niño, en una voz muy suave, comentó: "Gracias Jesús por
darme suficiente dinero." El niño entonces comentó: "Yo
le acabo de pedir a Jesús que me diera suficiente dinero
para comprar esta muñeca, para que así mi mamá se la
pueda llevar a mi hermanita. Y Él oyó mi oración. Yo le
quería pedir dinero suficiente para comprarle a mi mamá
una rosa blanca también, pero no lo hice. Pero Él me
acaba de dar suficiente para comprar la muñeca y la rosa
para mi mamá. A ella le gustan mucho las rosas. Le
gustan mucho las rosas blancas."
En
unos minutos la tía regresó y yo, desapercibidamente, me
fui. Mientras terminaba mis compras, con un espíritu muy
diferente al que tenía al comenzar las compras, no podía
dejar de pensar en el niño.
Y
recordé una historia que había leído en el periódico
unos días antes, acerca de un accidente causado por un
conductor ebrio, el cual había provocado un accidente
donde había perecido una niñita y su mamá estaba en
estado de gravedad. Me di cuenta de inmediato que este
niño pertenecía a esa familia.
Dos
días más tarde leí en el periódico que la mujer del
accidente había muerto. No me podía quitar de la mente
al niño. Mas tarde ese día, fui y compré un ramo de
rosas blancas y las llevé a la funeraria donde estaba el
cuerpo de la mujer. Y allí estaba, la mujer del
periódico, con una rosa blanca en su mano, una hermosa
muñeca, y la foto del niño en la tienda.
Me
fui llorando... mi vida había cambiado para siempre. El
amor de aquel niño por su madre y su hermana era enorme.
En un segundo, un conductor ebrio le había destrozado la
vida en pedazos a aquel niño.
Ahora tú tienes la opción, en estas fiestas navideñas no
conduzcas en estado de ebriedad.
EL ALCOHOL Y EL VOLANTE NO SON UNA BUENA COMBINACIÓN.
Haz conciencia y haz que otros la tengan también.
Selecciona de tu grupo de amigos al
CONDUCTOR DESIGNADO
y si eso no es posible llama a
Tránsito al Tel: 066
y te ayudarán a llegar bien a casa.
¡Por lo
que más ames, SI TOMAS NO MANEJES!!!!
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |