La cifras de adolescentes fumadores son altísimas. Algo
increíble si se sabe que el cigarro sencillamente mata.
Por
Eduardo Pino A.
Desde hace mucho tiempo me ha llamado la atención el
mecanismo a través del cual las personas “aprenden” a
fumar. La mayoría lo hace en la pubertad, para no parar
por el resto de sus días. Sin embargo, todavía no
encuentro a un joven que me haya confesado que la
primera vez que probó el cigarrillo lo haya encontrado
agradable, que le haya causado sensaciones placenteras o
experimentado el tan difundido placer de fumar. Por el
contrario, la primera vez que lo probaron, a instancias
de alguien generalmente mayor que les invitó o
simplemente por curiosidad, lo que experimentaron
fueron malestares estomacales, mareos, mal sabor en la
boca, picazón en la garganta y tener que toser
repetidamente debido a la falta de aire. Esta
descripción no es precisamente lo que podríamos decir
“un placer”.
¿Por qué?
La mayoría de los púberes comienza a fumar debido a la
curiosidad de “saber qué se siente”. Esto influido por
modelos que fuman y que se ven atractivos, desde sus
conocidos más cercanos hasta los personajes que salen en
la publicidad pasándola muy bien. Se tiende a asociar el
tener un cigarrillo en la mano, con una persona
sociable, atractiva, hasta seductora. El que fuma “se ve
más grande”, dicta cátedra de una actitud de mayor
autonomía y hasta indiferencia estudiada y valorada por
quienes le ven. ¿Qué mejor manera de reafirmar mi
amistad con otro que compartiendo un cigarrito?
“A simple vista no tiene nada de malo, la gran mayoría
lo hace, hasta alguno de mis padres fuma, sino ambos; y
cuando tenemos reuniones sociales o familiares el aire
se puede cortar con un cuchillo por la cantidad de humo,
pero qué importa, lo estamos pasando muy bien”. Este es
el pensamiento de los “niños”, cuya asociación del
cigarrillo -que se encuentra a la venta en todas partes-
es muy lejana de su condición real: el tabaco es una
droga.
Suena hasta irreal, pero lo es; aunque parece ser
inconsecuente que un término que se relacione con lo
nocivo y prohibido esté asociado a algo que se encuentra
en casi todos los lugares, además de practicarlo con
tanto placer muchos de quienes les rodean. Por eso es
tan difícil evitar que muchos se inicien en este
“placer” de fumar.
Una droga real
La dependencia física que genera el tabaco es producto
de la nicotina, alcaloide que actúa sobre el Sistema
Nervioso Central y Periférico, siendo su acción
básicamente estimulante. La dependencia psíquica se
evidencia en las personas que requieren calmar su
ansiedad a través de un cigarrillo, asociando la
tranquilidad y sociabilidad con fumar
Uno de los componentes más nocivos es el alquitrán, que
favorece los problemas respiratorios y es una sustancia
probadamente cancerígena. Otros tóxicos, como el
monóxido de carbono, llevan a enfermedades
cardiovasculares y bronquitis crónicas.
¿Cómo apagar el cigarro?
Una vez más debemos recurrir a la importancia de ser
consecuentes con los niños y jóvenes. Para padres que
fumen, resultará imposible imponerles a sus hijos que
no lo hagan, por más que les digan que es nocivo o que
no imiten a su padre o madre porque ya no pueden
dejarlo, etc. Nuestras acciones legitiman de manera
inapelable lo que a través de nuestros discursos
tendemos a evitar.
Para que un niño evite fumar, deben darse en él
condiciones que se asocien a:
·
-Un buen nivel de autoestima: No fumo porque me quiero y
soy muy importante como para hacerme daño.
·
-Una adecuada seguridad interpersonal: No necesito fumar
para ser aceptado.
·
-Un debido autocuidado: No necesito probar algo que sé
que me hará daño.
·
-Un pensamiento poco inmediatista: Si fumo no tendré
grandes dificultades ahora, pero sí a futuro.
·
-Un equilibrio emocional: No necesito de sustancias
extrañas para sentirme mejor.
·
-Y un buen sentido de singularidad: No tengo que hacer
lo que la mayoría hace si estimo que no corresponde.
En definitiva, hay que ayudarles a entender que los
fumadores, lejos de la imagen de poder que proyectan,
tienden a poseer, en muchas ocasiones, un escaso control
sobre la dependencia que les provoca el tabaco.
Es una sustancia que lejos de fomentar la libertad de
elección, cuestiona el control real que la persona posee
sobre esta adicción. Asociar la vida sana en que
todo niño tiene derecho a un lugar libre de humo, que no
perjudique sus capacidades físicas ni mentales. Esto,
unido al respeto que merecen los fumadores pasivos,
cuyas consecuencias son mayores que aquellos que se han
acostumbrado al humo, harán a los jóvenes más atentos y
considerados frente a un tema al que pocos se
sensibilizan debido a lo cotidiano de ver fumar, aunque
por suerte cada vez se van ganando más espacios para un
aire limpio.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |