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Ene. 16, 2007


 

 

 

 

 

 

EL ¿PLACER? DE FUMAR

La cifras de adolescentes fumadores son altísimas. Algo increíble si se sabe que el cigarro sencillamente mata.

Por Eduardo Pino A.

Desde hace mucho tiempo me ha llamado la atención el mecanismo a través del cual las personas “aprenden” a fumar.  La mayoría lo hace en la pubertad, para no parar por el resto de sus días. Sin embargo, todavía no encuentro a un joven que me haya confesado que la primera vez que probó el cigarrillo lo haya encontrado agradable, que le haya causado sensaciones placenteras o experimentado el tan difundido placer de fumar. Por el contrario, la primera vez que lo probaron, a instancias de alguien generalmente mayor que les invitó o simplemente por  curiosidad, lo que experimentaron fueron malestares estomacales, mareos, mal sabor en la boca, picazón en la garganta y tener que toser repetidamente debido a la falta de aire. Esta descripción no es precisamente lo que podríamos decir “un placer”. 

¿Por qué?

 La mayoría de los púberes comienza a fumar debido a la curiosidad de “saber qué se siente”. Esto influido por modelos que fuman y que se ven atractivos, desde sus conocidos más cercanos hasta los personajes que salen en la publicidad pasándola muy bien. Se tiende a asociar el tener un cigarrillo en la mano, con una persona sociable, atractiva, hasta seductora. El que fuma “se ve más grande”, dicta cátedra de una actitud de mayor autonomía y hasta indiferencia estudiada y valorada por quienes le ven. ¿Qué mejor manera de reafirmar mi amistad con otro que compartiendo un cigarrito?

“A simple vista no tiene nada de malo, la gran mayoría lo hace, hasta alguno de mis padres fuma, sino ambos; y cuando tenemos reuniones sociales o familiares el aire se puede cortar con un cuchillo por la cantidad de humo, pero qué importa, lo estamos pasando muy bien”. Este es el pensamiento de los “niños”, cuya asociación del cigarrillo -que se encuentra a la venta en todas partes- es muy lejana de su condición real: el tabaco es una droga

Suena hasta irreal, pero lo es; aunque parece ser inconsecuente que un término que se relacione con lo nocivo y prohibido esté asociado a algo que se encuentra en casi todos los lugares, además de practicarlo con tanto placer muchos de quienes les rodean. Por eso es tan difícil evitar que muchos se inicien en este “placer” de fumar.

Una droga real

La dependencia física que genera el tabaco es producto de la nicotina, alcaloide que actúa sobre el Sistema Nervioso Central y Periférico, siendo su acción básicamente estimulante. La dependencia psíquica se evidencia en las personas que requieren calmar su ansiedad a través de un cigarrillo, asociando la tranquilidad y sociabilidad con fumar

Uno de los componentes más nocivos es el alquitrán, que favorece los problemas respiratorios y es una sustancia probadamente cancerígena. Otros tóxicos, como el monóxido de carbono, llevan a enfermedades cardiovasculares y bronquitis crónicas.

¿Cómo apagar el cigarro?

Una vez más debemos recurrir a la importancia de ser consecuentes con los niños y jóvenes. Para padres que fumen, resultará  imposible imponerles a sus  hijos que no lo hagan, por más que les digan que es nocivo o que no imiten a su padre o madre porque ya no pueden dejarlo, etc. Nuestras acciones legitiman de manera inapelable lo que a través de nuestros discursos tendemos a evitar. 

Para que un niño evite fumar, deben darse en él condiciones que se asocien a:

·   -Un buen nivel de autoestima: No fumo porque me quiero y soy muy importante como para hacerme daño.

·  -Una adecuada seguridad interpersonal: No necesito fumar para ser aceptado.

· -Un debido autocuidado: No necesito probar algo que sé que me hará daño.

·  -Un pensamiento poco inmediatista: Si fumo no tendré grandes dificultades ahora, pero sí a futuro. 

· -Un equilibrio emocional: No necesito de sustancias extrañas para sentirme mejor.

· -Y un buen sentido de singularidad: No tengo que hacer lo que la mayoría hace si estimo que no corresponde. 

En definitiva, hay que ayudarles a entender que los fumadores, lejos de la imagen de poder que proyectan, tienden a poseer, en muchas ocasiones, un escaso control sobre la dependencia que les provoca el tabaco. Es una sustancia que lejos de fomentar la libertad de elección, cuestiona el control real que la persona posee sobre esta adicción. Asociar la vida sana en que todo niño tiene derecho a un lugar libre de humo, que no perjudique sus capacidades físicas ni mentales. Esto, unido al respeto que merecen los fumadores pasivos, cuyas consecuencias son mayores que aquellos que se han acostumbrado al humo, harán a los jóvenes más atentos y considerados frente a un tema al que pocos  se sensibilizan debido a lo cotidiano de ver fumar, aunque por suerte cada vez se van ganando más espacios para un aire limpio.

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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