Es muy importante saber, que el perdón no exime de culpa
al ofensor, sino que libera al ofendido. Usted y yo
necesitamos decidir perdonar, para ser libres de las
heridas del alma.
Por:
Rafael Ayala.
El perdón no es un
simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos
ofendió, el perdón es un mecanismo para que yo sea libre
de la amargura que dejó esa acción en mi corazón. Yo
puedo decidir perdonar a alguien, que no está
arrepentido de verdad de haberme dañado, por que mi
intención al perdonar, no es que esa persona quede libre
de culpa, si no que yo quede libre en mi interior,
que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien, que haya
desatado la amarra que me tenía detenido en el puerto.
He escuchado muchas
veces la frase: "yo perdono, pero no olvido", y pensamos
seriamente que si no olvidamos, es debido principalmente
a que realmente no hemos perdonado, pero esto también es
un error, el perdón no implica nunca que olvidemos todo,
el perdón no produce amnesia, no es indispensable que
olvidemos para perdonar, puedo perdonar y estar
consciente del daño que se me hizo, pero he decidido
que ya no me va a afectar nunca más en mi vida.
Hay un punto muy
importante es que podemos decidir perdonar, tomamos la
decisión de ya no traer al presente las cosas pasadas,
incluso nos mantenemos firmes en la decisión de no
criticar, ni agredir a la persona que nos ofendió. Sin
embargo, no podemos decidir dejar de sentir. Si usted
quiere de verdad, que se vaya lejos lo que siente, no
depende exclusivamente de usted, pero no es imposible
dejar de sentir.
Cuando usted decida
perdonar de una vez a alguien, es indispensable que lo
confiese con su boca, no piense en el perdón, hable el
perdón, no importa que usted esté sólo, quizás va en su
cómodo automóvil escuchando música y piense: "si yo
necesito perdonar, yo debo perdonar, yo quiero ser libre
de la culpa que otra persona me hizo a mí en su
momento", pero no es suficiente que usted lo piense, hay
que confesarlo con su boca, aunque usted esté sólo en un
lugar, que salga de su boca libremente, hay una marcada
diferencia inmensa entre pensarlo y hablarlo; con
nuestra boca tenemos el poder para la vida y poder para
la muerte, poder para atar y poder para desatar.
¡Confiéselo!, cuando lo habla, sienta esa libertad, ese
peso extra que se va, tal vez acompañado de lágrimas,
tal vez acompañado de tristeza y de llanto, pero
finalmente un ser libre.
La próxima semana
concluiremos este artículo con los pasos principales
para perdonar a alguien.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |