Existe una gran diferencia entre dar limosna y hacer un
acto de caridad.
Un profesor de arte de
la universidad parisina de la Sorbona se convirtió al
catolicismo. Coherente con la exigencia de fraternidad
que conlleva la religión cristiana, salió de su casa y
se presentó en las oficinas centrales de Cáritas de
Paris:
“Estoy a su disposición
para ayudar en lo que sea” les dijo.
Se le entregó un paquete
con un abrigo para una pobre anciana enferma que vivía
en un cuartucho de un viejo edificio en el centro de la
ciudad.
El profesor se encaminó
hacia la dirección que le habían facilitado y entregó el
paquete.
Aquella mujer anciana
recibió el paquete con gran entusiasmo y al abrir el
paquete en su rostro se dibujó un gesto de tristeza.
El profesor extrañado le
preguntó: “¿Acaso no han acertado con la petición que
usted hizo a Cáritas?”
“Sí señor gracias,
muchas gracias”. Contestó la mujer con voz melancólica.
Aquel hombre preocupado
tomó el camino de regreso a casa, pero no podía olvidar
el rostro de la anciana.
En el caminó pasó frente
a una florería, entró en ella y compró un hermoso ramo
de rosas. Volvió sobre sus pasos, entró al viejo
edificio, subió al cuarto y entregó a aquella mujer las
rosas que acababa de comprar.
La cara de la anciana
enferma se iluminó con una luz especial y le dijo al
profesor:
“Lo que necesitaba era
un abrigo, pero lo que siempre había deseado era que
alguien me regalara unas flores. El abrigo me hace
pobre, las flores en cambio, me hacen persona.
¡Gracias!”
Es verdad, hay que
aprender a hacer la caridad, los gestos gratuitos de
amor nos revalorizan siempre como personas. En esta
época de reflexión te invitamos a que realices actos de
caridad, no a dar “limosna”.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |