J.
Ulises Macias Salcedo
Jorge Guillén al final
de un bello poema dice: “Yo soy mi esfuerzo de cada
día”, es decir, soy lo que voy adquiriendo y
conquistando para mí cada día que pasa.
Esta definición del
hombre y de la mujer tiene una gran fuerza, un
extraordinario compromiso y una profunda esperanza.
Somos lo que vamos haciendo de nosotros cada día. La
persona humana no está hecha, sino que se está haciendo
constantemente.
El hombre y la mujer no
son un tranquilo y ocioso presente, sino una esperanza y
proyecto que se abren al futuro. La persona humana es
una cotidiana tentativa de autorrealización.
Es una obra de arte
nunca acabada y que lucha diariamente por crecer, por
ser mejor y más perfecta.
Intentar una y otra vez
ser nosotros mismos es la gran tarea de nuestra vida.
Nunca alegrarnos en lo que somos y con lo que tenemos,
sino luchar por crecer como seres humanos y como hijos
de Dios. Este es el sentido de nuestra vida, casi un
instinto en nosotros, de autosuperación.
Lo cual nos exige en
cada jornada una tentativa por comenzar de nuevo,
renovar nuestras luchas para alcanzar la madurez humana
y espiritual deseada.
Todo deseo de
superación ennoblece a la persona y la hace apta para
alcanzar siempre nuevas metas de humanidad.
No podemos morir sin
haber vivido. Son tantos y tantos los que por desgracia
acaban sus vidas sin haberlas saboreado, sin haber
tenido conciencia de lo maravillosos que es vivir.
Aprovechemos la vida
para vivirla con intensidad, creciendo día tras día como
personas y abriéndonos a los demás para hacerlos
felices.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |