La mejor política es ver en los chicos las cualidades
que tienen y decírselas.
Tomado
de la colección "Hacer Familia”
Tendencia a prejuzgar negativamente
En el
fondo de todo chico hay una serie de buenos sentimientos
que la naturaleza ha impreso en él, y a los que hay que
saber sacar brillo. Debemos fomentar todo ese conjunto
de valores positivos que irán configurando un carácter y
una personalidad de la que broten, sin necesidad de
órdenes, todas esas cosas que nos agradaría ver en él.
Para
ello, primeramente hay que suponer en el chico las
cualidades que se quieren ver en él. Cuando se le
acusa continuamente de tener un determinado defecto,
acabará por pensar que es algo tan arraigado en él que
es inútil luchar por corregirlo.
En vez
de agobiarle diciendo que es un perezoso y un
inconstante, dile que estás seguro de que conseguirá
sacar esas buenas calificaciones porque va a estudiar
mucho. En vez de decirle que nunca ha tenido voluntad y
que jamás termina lo que empieza, dile que ésa es una
buena ocasión para que demuestre que en realidad sí
puede. Y en vez de insistir en que es una criatura sin
corazón, o un egoísta, apuesta por sus buenos
sentimientos, y no te defraudará.
Conviene apoyarse en ese sentimiento natural que tiene
de agradar y de ser útil, de sentirse valorado. El chico
da mucha importancia a lo que opinan de él y es muy
sensible a los estímulos. Hay que saber apoyarse en esos
sentimientos propios de la edad para ayudarles a
superarse en su mejora personal. Se trata, por
decirlo de alguna manera, de poner a su amor propio del
lado del bien.
Otro
principio sabio es creer firmemente en las buenas
intenciones de los chicos, siguiendo aquel elemental
principio jurídico: El bien debe ser supuesto, el
mal debe ser probado.
Tenemos
los humanos una lamentable tendencia a pensar mal, a
prejuzgar negativamente. Una extraña manía que reduce a
cenizas las mejores esperanzas de los chicos. El viejo
aforismo de piensa mal y acertarás que cierta tradición
ha acuñado, lo corrobora tristemente. A veces nos
fijamos más en lo negativo que en lo positivo de las
personas, y tenemos propensión a agrandar el mal con la
medida de nuestra propia mezquindad, trivializando las
razones de las cosas y buscando dobles intenciones donde
no las hay.
Es mala
política etiquetar al niño: si ha sido sorprendido en
una mentira, no es por eso un mentiroso. Y si ha cogido
dinero del bolso una vez a mamá no es por eso un ladrón.
Sería aplicar aquella otra sentencia de "por un perro
que maté, me llaman mataperros". Cuando se tiende a
pensar mal de los demás, esos pensamientos críticos van
gestando una actitud negativa, y ésta acaba fraguando en
comentarios y conductas también negativas.
Por eso es mejor juzgar positivamente también de pensamiento.
La
próxima semana continuaremos con la forma de corregir.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |