Cómo desarrollar un clima de confianza y libertad para
ejercer la autoridad asertivamente.
Tomado de la colección
"Hacer Familia”
Comprender. Facilitar la sinceridad
Si el niño se siente frecuentemente reprendido y, por el
contrario, casi nunca son reconocidos o recompensados
sus actos meritorios,
ante esa insensibilidad de los padres, van
desapareciendo poco a poco en él los deseos de hacer
cualquier cosa positiva. Llevado a su extremo este
torpe planteamiento, el chico puede llegar a pensar que
lo mejor es no hacer nada, porque haciendo cualquier
cosa lo único que logrará es exponerse a recibir una
nueva bronca.
Si
el niño reconoce la culpabilidad de una determinada
falta, y esto no supone la disminución del castigo
aplicado, cada vez le costará más ser sincero. Aun a
costa de arriesgarse a dejar impunes algunas faltas,
los chicos han de saber que una falta declarada es una
falta casi perdonada.
Hay que apoyar con los hechos eso de facilitar la
sinceridad, y saber ser a un tiempo exigente e
indulgente.
Esos padres que después de exigir sinceridad se enfadan
o se asustan ante ella, obtienen como premio una
merecida desconfianza por parte de sus hijos.
Los
padres deben enseñar al chico a:
-
Que diga siempre la verdad, aunque le cueste. Debe
saber que siempre será perdonado y, además, que cuando
es sincero será raro que le castiguen.
-
Que cuente con confianza a sus padres las
preocupaciones que tenga. Al hacerlo, debe encontrar
en ellos afecto e interés, aunque les parezcan cosas
sin importancia.
-
Que sepa que no se miente, ni con la excusa que será
falsa de conseguir algo bueno. Tampoco en los juegos:
que no sea tramposo.
·
Que
comprenda que la sinceridad en la familia, en el colegio
o entre los amigos contribuye a crear un ambiente de
alegría y libertad.
La reprensión exige estar a solas,
aunque eso suponga esperar. Es difícil que el chico
reconozca su mala actitud o sus errores si lleva
aparejada una confesión casi pública. Actuar así es
facilitar que añada nuevas mentiras, y un enfado casi
seguro. La reprimenda pública suele ir acompañada de
humillación, y él tiene un fuerte sentido del
ridículo.
A
esta edad son muy finos observadores y advierten cuándo
en sus padres hay celos, envidia, soberbia, afán de
imponerse o de figurar, y entonces la posibilidad de
influir positivamente sobre ellos baja enormemente.
Para que la palabra de los padres tenga prestigio y
obtenga el efecto deseado es necesario esforzarse por
hacer a un lado el propio orgullo.
La falta de interés también les entristece mucho.
"Mis padres no me entienden. Fíjese, ayer, llegué todo
contento a casa porque me había salido muy bien el
examen, y no me hicieron ni caso; seguramente tendrían
cosas más importantes de que preocuparse que de mí".
Combate día a día esa falta de sensibilidad que tenemos
los padres, debido muchas veces a las preocupaciones
diarias, y observa sus gestos positivos. Descubre a
tu hijo haciendo algo bien y elógialo.
Hemos terminado con este la serie de artículos sobre el
manejo de la autoridad y la libertad con los
preadolescentes.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |