Autor:
Padre Alejandro Cortés González-Báez
¿Dónde quedaron esos: "Mi reina", "cielo", "cariño",
"gordita", "cuchi-cuchi", "hija", "flaco", "mi amor",
"viejo", "mi prieta", "mi Rambo", "chaparra", "mi
Supermán", " mi estrellita marinera", "mi David de
Miguel Ángel", "mi Diana cazadora"... y tantísimos
otros?.
Hasta hace pocos años tener un divorciado en la familia
era un motivo de vergüenza, pero esos tiempos ya
pasaron, hoy en día los mexicanos estamos casi a la
altura del primer mundo en esa "muestra de
civilización". Estos fracasos, se deben a muchos
factores que, a la larga producen enormes daños a los
cónyuges y a sus hijos.
Quizás la causa de muchas desdichas matrimoniales la
podamos encontrar en lo que tan gráficamente me decía
una señora con estas palabras: "El problema de mi
hermano, -que se ha divorciado varias veces- es que
tiene corazón de condominio".
En
lo que quisiera detenerme brevemente, es el grave
descuido de los educadores, comenzando por los padres de
familia, en no enseñar la importante ciencia del dominio
del corazón, comparable, en muchos sentidos, a la doma
de un caballo. Es cierto que al corazón no le
corresponde pensar, pero sí debería hacerle caso a la
inteligencia.
Por
otro lado, algunos pretenden tener una gran fuerza de
voluntad sin que ello les suponga esfuerzo, por eso les
gustaría encontrar un libro que se llame "eduque su
corazón en diez días". Como sabiamente dice Salvador
Canals en su libro Ascética meditada: "La ciencia de la
guarda del corazón se compone de orden y de lucha, de
defensa y de ataque, de conocimiento y de decisión, de
renuncia y de sufrimiento; pero todo se ordena hacia la
felicidad y hacia su posesión".
Mientras los papás no tengan el valor de dejar de
comprarles a sus hijos todo lo que a ellos se les
antoje, no habrán comenzado a educar sus corazones; y
digo "valor", porque muchas veces lo que mueve a
cumplirle sus caprichos, es el miedo a quedar mal
parados ante parientes -abuelos, tíos, primitos, etc.- o
los papás de los otros niños. En definitiva, se trata de
que los hijos -y nosotros- entendamos que todos los días
hemos de privarnos voluntariamente de algo que nos
guste. No perdamos de vista que cuando son chicos, se le
puede antojar la bicicleta de su vecino pero al crecer,
se les puede antojar la esposa.
Y
cuando los hijos pregunten: ¿Por qué no me quieres
comprar tal o cual cosa?, se me ocurre que una buena
respuesta sería: "Más que decirte el por qué, te diré
para qué: quiero ayudarte a educar tu voluntad, y de
paso... educo la mía". Es bueno recordar que, las
verdaderas batallas del hombre se ganan o se pierden en
el corazón.
En
definitiva, la felicidad tan buscada por todos, está en
el "cómo ser", no en "el tener". Sin embargo, esto exige
cambiarle su jerarquía de valores a muchos, es decir
cambiar la “forma mentis” de quienes buscan la felicidad
en lo que se puede comprar con dinero... lástima. Ojalá
haya quien comience a exigirse personalmente -para poder
formar a los suyos- en esta maravillosa y necesaria
ciencia, antes de que sea tarde.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |