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                Mar. 29, 2007    Boletín No. 269


 

 

 

 

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Tels. 416-3417 y 415-7708

Con la Trabajadora Social Guadalupe Corona

El donante deberá tener como mínimo 4 hrs. De ayuno, no estar enfermo, no estar tomando medicamentos.

Recuerda ¡Tu puedes salvar una vida!

 

Brinco al inicio

 

El ladrillazo

Colaboración: Luz Ma. Herrera

Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto Jaguar S Type 2007, sin ningún tipo de precaución. 

De repente, sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y, al bajarse, vio que un ladrillo le había estropeado la pintura y había abollado la puerta de su lujoso auto.

Se subió nuevamente al auto lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados, y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo que acababa de desgraciar lo hermoso que lucia su exótico auto.

Salió del auto de un brinco, y agarró por los brazos a un chiquillo, y empujándolo hacia el auto estacionado le gritó:

- ¿Qué  rayos fue eso?, ¿Quién eres tú?, ¿Qué crees que haces con mi  auto?.

Enfurecido, casi echando humo, continúo gritándole al chiquillo:

- ¡Es un auto nuevo, y ese ladrillo que lanzaste va a costarte muy caro! ¿Por qué hiciste eso?

Por  favor, señor, por  favor. ¡Lo siento mucho! No sabía qué hacer, -balbuceó el pequeño- Le lance el ladrillo porque nadie se detenía... 

Las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta el  suelo, mientras señalaba hacia el otro lado del auto estacionado.

Es mi hermano, -le dijo. Se descarriló su silla de ruedas y se cayó al suelo...  y no puedo levantarlo".

Sollozando, el  chiquillo  le preguntó al ejecutivo: ¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla?  Está golpeado, y pesa mucho para mi solito... Soy muy pequeño.

Visiblemente impactado por las palabras del chiquillo, el ejecutivo tragó grueso el taco que se le formó en su garganta.

Indescriptiblemente emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven que padecía parálisis cerebral del suelo, lo sentó nuevamente en su silla, y sacó su pañuelo de seda para  limpiar un poco las cortaduras y la tierra que tenía sobre las heridas del hermano de aquel chiquillo tan especial.

Luego de verificar que se encontraba bien, miró al chiquillo, y éste le dio las gracias con una sonrisa que  no tiene posibilidad de describir nadie.

 - DIOS lo bendiga, señor... y muchas  gracias, le dijo.

El hombre vio como se alejaba el chiquillo empujando trabajosamente la pesada silla de ruedas de su hermano, hasta llegar a su  humilde  casita.

El ejecutivo aún no  reparó la puerta del auto, manteniendo la hendidura que le  hizo el ladrillazo, para recordarle el no ir  por  la vida tan distraído y tan de prisa que alguien tenga que lanzarle otro ladrillo para que preste atención.

Dios normalmente nos susurra en el alma y en el corazón, pero hay veces que tiene que lanzarnos un ladrillo a ver si le prestamos atención.

Tu escoges: Escuchar el susurro... o recibir el ladrillazo…

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

Brinco al inicio

 

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