Colaboración: Gisela Gutierrez
La revista "National Geographic" publicó hace algún tiempo un artículo
sobre algo sucedido después de un incendio en el Parque
Nacional Yellowstone de los E.U.
Después de sofocado el fuego empezó la labor de evaluación de los daños,
y fue entonces que al ir caminando por el parque, un
guardabosques encontró una ave calcinada junto al pie de
un árbol, en una posición bastante extraña, pues no
parecía que hubiese muerto escapando o atrapada,
simplemente estaba con sus alas cerradas alrededor del
cuerpo. Cuando el impactado guardabosques la golpeó
suavemente con una vara, tres pequeños polluelos vivos
emergieron de debajo de las alas de la madre, quien
sabiendo que sus hijos no podrían escapar del fuego, no
los abandonó.
Tampoco se quedó con ellos en el nido sobre el árbol, donde el humo sube
y el calor se acumula, sino que los llevó, quizás uno a
uno, a la base del árbol y allí brindó su vida por
salvar la de ellos.
¿Pueden imaginar la escena? El fuego rodeándolos, los polluelos asustados
y la madre muy decidida, infundiéndole paz a sus hijos,
como diciéndoles: "no teman, vengan bajo mis alas, nada
les pasará".
Tan seguros estaban al estar ahí tocando sus plumas, aislados del fuego,
que ni siquiera habían salido de ahí horas después de
apagado el incendio. Estaban totalmente confiados en la
protección de su madre, y solo al sentir el golpeteo
pensaron que debían de salir.
¿Tienes a
quien amar así?
Quien encuentra un motivo por el cual vale la pena
vivir, encuentra un motivo por el cual vale la pena dar
la vida.
Lic. Rosa Elena
Ponce V. |