Las burlas son situaciones totalmente inesperadas que
pueden ocurrir en cualquier parte, debemos enseñarles a
nuestros hijos comportamientos útiles para ayudarles a
enfrentarse a ellas.
Tomado de Somos Padres
¡Mamá,
en el colegio me llaman "cuatro ojos"!. Esto, que parece
el principio de un chiste, hace sufrir a nuestros hijos
casi a diario. El ser objeto de una broma de mal gusto
puede ocurrir en el recreo, en clase, en el parque,...
Es una situación totalmente inesperada que ocurre en
cualquier entorno. Los padres no podemos proteger a
nuestros hijos y evitar que se produzca esta
desagradable situación, lo que sí podemos hacer es
enseñarles estrategias de comportamiento útiles, para
ayudarles a enfrentarse a ella. Si los niños aprenden a
controlar estas situaciones estarán mejor preparados
para desarrollar las habilidades sociales que
necesitarán en su adolescencia.
Vayamos
por partes, una cosa son las bromas y otra las burlas.
La diferencia entre ambas es que en las primeras
todos, incluido el niño objetivo de la gracia, se
la pasan bien y disfrutan, mientras que una burla
ofensiva puede hacer que nuestro hijo se sienta herido,
triste e incluso se niegue a ir a la escuela o al
parque.
Los
niños se burlan de sus compañeros por diferentes
razones, que pueden ir desde un intento de aceptación
por parte de sus amigos, una forma de llamar la
atención, o simplemente porque imitan este desagradable
comportamiento que en otras situaciones ellos mismos han
padecido por parte de hermanos mayores, primos,... Hay
que tener siempre en cuenta que el burlarse de los demás
es propio de la naturaleza infantil, y que nuestro
pequeño en una circunstancia puede ser el burlador y en
otra diferente el burlado.
¿Cómo les podemos ayudar a superar esta situación?
Ante
todo debemos sentarnos a hablar con nuestro niño,
observar y analizar el problema desde su punto de vista.
Es decir, aunque se nos parta el alma porque además de
haberle tenido que poner lentes se están riendo de él,
no debemos transmitir nuestro propio enfado. Deja que
sea el niño el que nos dé la medida de la ofensa.
Escucha atentamente, que él nos indique cómo se siente
en esta situación, cuándo se produce, y qué niños son
los que lo hacen.
Hay que
tener en cuenta que por muy justificado que esté nuestro
enfado, si lo demostramos, le daremos todavía más
importancia al problema. Además, aunque intentemos
hablar con el colegio, los padres y media humanidad,
dará igual siempre puede surgir un gracioso que le haga
daño. Por esta razón la mejor forma de ayudar es
enseñarle a enfrentarse a esta situación y poder salir
airoso de ella.
Vamos a
ver algunas técnicas que le ayudarán a conseguirlo:
§
"No
hay mejor desprecio, que no hacer aprecio".
Nuestro sabio refranero nos dará la primera técnica. El
objetivo que persigue una burla es el llanto o el
enfado; si nuestro pequeño aprende a no inmutarse e
ignorar por completo a la persona que le está
provocando, el fin de la gracia no se cumple. Para
aprender este sistema podemos realizar juntos una
escenificación de la burla, primero él se burla de ti, y
luego tú de él. Cuando tú seas el objeto de la burla,
debes mantenerte impasible, ni mirar, ni sonreír, ni
responder. Por supuesto aunque se pase con los
comentarios, tampoco puedes abusar de tu autoridad, todo
comentario debe ser admitido.
§
Esta
representación la aprovecharemos para analizar cuáles
son sus puntos flacos, posibles objetivos de burlas
actuales o futuras. En muchas ocasiones las burlas hacen
referencia a datos sin importancia, una forma
distorsionada de su nombre, una expresión mal dicha, o
una mentira simplemente. Pero en otras muchas la
referencia es real, es decir, él tiene un rasgo
diferente a la mayoría, pero precisamente son los rasgos
diferentes los que hay que potenciar. Mientras que
permanece impasible deberá reflexionar de la siguiente
manera: "Es verdad que soy más bajito, pero leo
bastante mejor que tú", o bien, "pues sí llevo
lentes, pero juego mejor que tú al fútbol".
La
próxima semana continuaremos y daremos conclusión a este
interesante tema
Lic. Rosa Elena Ponce V. |