Dicen
que el amor es como una granja. Hay que cultivarlo todos
los días para que produzca resultados satisfactorios. El
amor, al igual que una planta delicada, requiere de un
cuidado diario; si se olvida atenderlo, acabará
marchitándose hasta morir.
El amor
en el matrimonio puede compararse con las estaciones del
año. La época de la luna de miel y los primeros meses de
la unión conyugal son como la primavera: todo es
poético, luminoso, alegre y lleno de promesas.
Luego
llegan los años iniciales, los cuales son ardientes como
el verano, aunque a veces se sienta el agobio de las
obligaciones familiares como la crianza y educación de
los hijos, lo mismo que en la adaptación de la pareja a
la vida cotidiana.
El
otoño de la vida conyugal es cuando empiezan a
deshojarse muchas ilusiones vanas y comienza a recogerse
lo que se sembró durante las estaciones anteriores. Los
hijos van abandonando el hogar y los esposos se quedan
solos.
En el
invierno, la pareja llega la final de su jornada y
vuelve a estar como al principio: él y ella, esperando
la unión eterna.
Saber sortear los problemas
Pero en
ese largo recorrido que es el matrimonio, es normal que
se presenten obstáculos que ponen a prueba el amor. Para
que ellos no acaben con el matrimonio, hay que saberlos
enfrentar buscando el remedio adecuado para que no
afecten la relación.
Pero
¿cuáles son los obstáculos más comunes del amor
conyugal?
El primero es el descuido en la guarda del corazón, es decir, dejar de considerar al cónyuge como la persona a
quien se le será fiel “en la prosperidad y en la
desgracia, en cuerpo y espíritu”.
El segundo obstáculo es la monotonía,
provocada cuando los esposos caen en la rutina diaria de
la casa y el trabajo, y se olvidan de su vida afectiva.
¿Qué hacer entonces? Tratar día a día de rejuvenecer el
amor siendo creativos para mantener el amor vivo con
detalles. En otras palabras, vivir como novios.
El tercer obstáculo son los celos,
lo cuales en vez de ennoblecer el amor, lo humillan y lo
corrompen.
Las
disputas y las discrepancias son el cuarto obstáculo
del amor conyugal. Aunque todos los esposos tienen
momentos de mal humor y de contrariedad, se necesitan
dos para comenzar una pelea o una discusión.
Cuando
en un matrimonio se comienzan a presentar discordias de
carácter serio y frecuente, se debe buscar la forma de
resolverlas tan pronto sea posible pues puede llegar a
ser demasiado tarde. Lo importante es aprender a ceder y
no empecinarse en que uno tiene toda la razón.
No se
debe olvidar que en la mayoría de los casos los hijos
son los que sufren las consecuencias cuando hay
discordias conyugales. El ambiente familiar se
traumatiza y se termina la paz y la unión, provocando
que los hijos tomen partido y se pongan de lado de la
madre o el padre.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |