Colaboración: Luz Ma. Herrera C.
Dos
hermanitos en puros harapos, uno de cinco años y el otro
de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas
de la calle que rodea la colina. Estaban hambrientos:
"vayan a trabajar y no molesten", se oía detrás de la
puerta; "aquí no hay nada, pordioseros...", decía
otro...Las múltiples tentativas frustradas entristecían
a los niños...
Por fin,
una señora muy atenta les dijo: "Voy a ver si tengo algo
para ustedes. ¡Pobrecitos!“ Y volvió con un bote de
leche.
¡Que
fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le
dijo al de diez años: "Tú eres el mayor, toma
primero...” Y lo miraba con sus grandes ojos, con la
boca medio abierta, saboreándose la deliciosa leche.
Yo
contemplaba la escena entre sorprendido y
consternado... ¡Si hubieran visto al mayor mirando de
reojo al pequeñito...!
Se llevaba
el bote a la boca y, haciendo de cuenta que bebía,
apretaba los labios fuertemente para que no le entrara
ni una gota de leche. Después, extendiéndole el litro le
decía al hermano:
"Ahora es
tu turno. Sólo un poquito."
Y el
hermanito, dando un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!"
"Ahora
yo", decía el mayor. Y llevándose a la boca el bote, ya
medio vacío, no bebía nada.
"Ahora
tú", "Ahora yo", "Ahora tú", "Ahora yo"...
Y, después
de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menorcito de
cabello ondulado, barrigoncito, con la camisa afuera, se
tomó toda la leche... él solito.
Esos
"ahora tú", "ahora yo" me llenaron los ojos de
lágrimas...
Y
entonces, sucedió algo que me pareció aún más
extraordinario.
El mayor
comenzó a cantar, a bailar, a jugar fútbol con el bote
vacío de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío,
pero con el corazón rebosante de alegría. Brincaba con
la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o
aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a
hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor
importancia.
De aquél
muchacho aprendí una gran lección
de vida:
Quien da
es más feliz que quien recibe. Es así como deberiamos amar.
Sacrificándonos con naturalidad, con tal elegancia
y discreción, que los demás ni siquiera puedan
agradecernos el servicio que les
prestemos.
¿Como podrías hoy encontrar un poco de esta "felicidad"?
Solo haciendo que la vida de alguien sea mejor"
¡Pues adelante, levántate y haz lo que sea necesario!
Cerca de nosotros puede haber una persona que “tiene
hambre” que desea “tomar” un poco de esa “leche” de la
vida verdadera, es decir, un poco de nuestro tiempo, que
necesita de nuestro hombro, de nuestra compañía, de
nuestro consuelo y, quizá aún más... un poco de nuestra
paz...
Lic. Rosa Elena Ponce V. |