Tomado
de Somos Padres
Todos
estamos de acuerdo en que la relación entre padres e
hijos ha cambiado mucho en muy pocos años. Los padres de
hoy en día están, generalmente, más cercanos a sus
hijos. La figura paterna o materna distante y
autoritaria ha cambiado por una de mayor camaradería,
comprensión y amistad.
Hasta
aquí la evolución ha sido favorable y ha traído una
relación mucho más plena para todos.
El
problema empieza cuando un padre pone por delante su
plano de amigo. La función de padre conlleva unos
deberes imposibles de convivir con los de un amigo, y si
un padre deja de lado dichos deberes a la larga sólo
conseguirá dañar la seguridad de sus hijos, tener
dificultades en su educación y dañar su propia imagen,
por lo que cuando tenga que basarse en ella para dar
consejos o pedir responsabilidades, no podrá hacerlo.
La
seguridad que los padres con rol de tales dan a sus
hijos es clara. El ser humano nace absolutamente
desvalido no sólo en el plano físico, también en el
emocional y es función de los padres dar cuidados,
protección y experiencia hasta que maduren. Un amigo da
un trato de igual a igual y no trasmite la confianza
plena que un hijo debe tener en un padre para sentirse
seguro.
Para
educar a un niño hay que tener cierta supremacía sobre
él. El niño no tiene control de sus reacciones, no sabe
de relaciones sociales, ni de convivencia ni de esfuerzo
personal. Hasta que su propia fuerza de voluntad le
indique qué debe hacer, sus padres tendrán que obligarle
a hacer cosas que si no jamás haría: lavarse los
dientes, ir al médico, dar las gracias, hablar en un
tono normal, o aprender que no tienen derecho a todo. Es
imprescindible para enseñar que el alumno vea al
profesor superior en experiencia, conocimientos y poder.
Difícilmente verá un hijo así a su padre si éste no sabe
poner límites y se limita a pedirle en plan colegas que
haga las cosas.
Pero
esto no quiere decir que los padres no puedan tener
plena confianza con sus hijos y que no pasen ratos de
verdadera camaradería. Depende de la cantidad y calidad
de tiempo que un padre pase con su hijo no del “compa
que todo lo pasa” que se sea. Estar cuando se tiene que
estar, ayudar por muy cansado que se esté, dar ejemplo
de lo que se pide, estar disponibles, escuchar lo que
quieran contar, no menospreciar sus problemas, ser
respetuoso y sobre todo cariñoso es lo que hará que un
hijo esté cerca de su padre de verdad y lo que
conseguirá. Así el día de mañana si tiene que utilizar
su autoridad de padre para salvarle de un fracaso o
equivocación, tendrá al frente a un hijo que se fía de
él.
La
amistad también es cuestión de confianza y admiración. Y
es muy difícil que un hijo admire y confíe en un padre
que no sabe imponerse cuando es necesario y que busca
una amistad cediendo y no enseñando.
Pero todo llega, y los padres que han sabido ejercer como tal, de manera
que en la infancia de su hijo han dado imagen de seres
todopoderosos, sabios y cariñosos y en la adolescencia
han sabido ganarse la admiración y el respeto pueden
estar seguros que de adultos tendrán en él al mejor de
los amigos.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |