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www.emergencia.org.mx           Ago. 15, 2007    Boletín No. 367


 

 

 

 

 

Tres trampas para engañarse en el amor

Tomado del libro de Juan L. Pedraz, S.J.: Tres trampas del noviazgo.

Una de las decisiones más trascendentales de una persona a lo largo de su vida es decidir con quién pasará el resto de su vida, es decir, con quién se casará. Sin embargo, este gran paso se da muchas veces ligeramente y sin que exista un verdadero amor, cayendo en una de estas tres trampas:

·         Creer que se ama cuando sólo se desea.

·         Creer que se tiene mucho en común con el futuro cónyuge, cuando quizás no tienen nada.

·         Creer que están pensando, cuando en realidad están sintiendo.

Según el autor del libro Tres trampas del noviazgo, Juan L. Pedraz, se llaman trampas porque engañan a la persona hasta el punto de hacerlas actuar equivocadamente haciendo que la persona se confíe, baje la guardia y se case sin un verdadero amor por su cónyuge.

¿Amor o deseo?

La primera trampa es confundir la pasión con el amor. Los novios que llegan al nudo del problema, ven que éste consiste en averiguar si realmente se aman o si principalmente se desean. En definitiva, el problema está en averiguar si mi novio o mi novia es así, es decir, bueno y considerado, y entonces lo seguirá siendo siempre; o si solamente está actuando, es decir, está tratando de quedar bien, e inconscientemente actúa. El amor exige muchas renuncias y sacrificios, y si la persona no es generosa de por sí, por hábitos, a la larga se hace muy difícil el ir contra lo que se es.

Hay una manera sencilla de averiguar lo que en realidad es una persona y no lo que parece ser: Si su novio es comprensivo, considerado y responsable, lo será con todo el mundo, y no sólo con usted. Y lo mismo del novio se podría decir de la novia.

Pero los novios sólo se juzgan el uno al otro por la forma como el otro lo trata. Y como la novia ve que él es bueno y considerado piensa que él es así. No le importa cómo es con los demás porque a ella no le afecta, y dice: “conmigo es diferente”. A esto le podríamos contestar “por ahora”.

El error es creer que con ella o él siempre va a ser diferente. El carácter acabará por imponerse. La belleza amansa a los hombres salvajes y dulcifica el carácter, pero una vez pasado el impacto o la “magia”, el ser humano vuelve a ser lo que era.

No es solo contemplación del otro

Creen que son afines cuando sólo les gusta estar juntos. Esta es la segunda trampa que puede tenderles a los novios la atracción física. El matrimonio no es contemplación del otro, es convivencia. Es necesario que el amor que se tienen sea también amor de amistad. Han de compartir intereses y valores. Cuando los esposos no son amigos, el matrimonio acaba por morir por aburrimiento o por desangrado.

Creer que están pensando, cuando sólo están sintiendo, es la tercera trampa.  Mientras que en el pensar se consideran todas las razones en pro y en contra, en el sentir se piensan sólo las razones dictadas por el deseo, aquellas que lo justifican. Las razones en contra no se piensan, y si se piensan, no impresionan, o sólo se piensa en refutarlas.

Es típico el caso en que le dicen a la muchacha, “ese joven no te conviene porque es flojo, o porque es borracho o mujeriego”. Y ella razona: sí, pero mi amor lo va a cambiar. La realidad muestra que, a la larga, no lo cambia porque ya tiene hábitos formados.

Naturalmente, cuanto más vehemente sea la pasión o el deseo, mayor es la incapacidad de pensar objetivamente. Pocos deseos tienen la violencia e intensidad que tiene el deseo físico y sexual. Por eso cuando los novios están profundamente enamorados, están incapacitados para pensar. Cuando se dice que el amor es ciego, es porque se está llamando amor al deseo. El amor verdadero, al contrario, es bien lúcido, porque el amor se funda en el conocimiento de la persona y por eso va creciendo con este conocimiento. En cambio el deseo, ni ve ni quiere ver, sólo ve aquello que quiere ver.

Se oye decir: “Lo quiero tanto que no me importa lo que en el futuro me pueda hacer”. Cuando oiga los insultos y malas palabras, cuando llegue borracho, cuando vea la indiferencia con que le trata, cuando sienta que ya no le interesa, entonces es cuando debería no importarle. Pero cuanto más lo ame, más le va a importar.

 Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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