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www.emergencia.org.mx           Ago. 24, 2007    Boletín No. 374


 

 

 

 

 

Un regalo de amor. Parte II

Tal como Marcos lo predijo, Susana se horrorizó con la idea de tomar el camión nuevamente. "¡Soy ciega!" respondió gritando. "¿Cómo se supone que voy a saber dónde estoy? Me siento como si me estuvieras abandonando".

El corazón de Marcos se rompió al oír estas palabras, pero sabía que tenía que hacerlo. Él le prometió a Susana que cada mañana y tarde subiría al camión con ella hasta que lo lograra por sí misma. Y fue exactamente así como lo hizo. Por varias semanas, Marcos, con su uniforme militar, acompañó a Susana hacia y desde su trabajo cada día. El le enseñó cómo apoyarse en sus otros sentidos, especialmente en el del oído, para saber dónde estaba y cómo adaptarse a su nuevo entorno.

Él la hacía reír, aún en esos días no muy buenos. Cada mañana, ellos hacían el recorrido juntos, y Marcos regresaba para ir a su oficina. A pesar de que esta rutina era aún mucho más costosa y extenuante, Marcos sabía que sólo era asunto de tiempo para que Susana fuera capaz de tomar el camión por ella misma. Creía en ella, en la Susana que él estaba acostumbrado a tratar antes de que perdiera la vista, quien no temía ningún reto y quien nunca jamás renunciaba.

   Finalmente, Susana decidió que ella estaba lista para probar viajar sola. El lunes en la mañana, antes de levantarse, ella colocó sus brazos alrededor de Marcos, su esposo y mejor amigo, para decirle que tomaría ella sola el camión. Sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia, su amor. Ella le dijo adiós y, por primera vez, salieron por diferentes rutas.

   Lunes, martes, miércoles, jueves.... Cada día fue perfecto para ella, y Susana nunca se había sentido mejor. ¡Lo estaba logrando! Ella estaba haciéndolo todo sola.

   El viernes en la mañana, Susana tomó el camión para ir trabajar como de costumbre. Cuando estaba bajando el conductor dijo: "¡Hombre!, de verdad que la envidio".

Susana no estaba segura si el conductor se refería o no a ella. Después de todo, ¿quién en este mundo podría envidiar a una mujer ciega que luchaba por tomar fuerzas para continuar viviendo? Curiosa, ella le preguntó: "¿Por qué dice usted que me envidia?" El respondió: "Debe sentirse muy bien ser cuidada y protegida como lo han hecho con usted."

   Susana no tenía idea de lo que el conductor estaba hablando, y preguntó otra vez: "¿Qué quiere decir?"

   El conductor respondió: "Sabe usted, cada mañana, un gentil caballero con uniforme militar ha estado esperando en la esquina vigilándola cuando usted baja del camión. El se asegura que usted cruce la calle a salvo, y la observa hasta que usted entra al edificio donde trabaja. Entonces él le tira un beso, le da un pequeño saludo, y se va. Usted es una dama con suerte".

   La felicidad inundó a Susana. A pesar de que ella físicamente no podía verle, ella siempre sentía la presencia de Marcos. Ella era bendecida, tan bendecida, porque él le había dado un regalo más poderoso que la visión, un regalo que ella no necesitaba ver para creerlo. Un regalo de amor que le pudo traer luz, donde existía oscuridad.

   Que felicidad tan grande saber que tienes a alguien que te ama, y te cuida en todo momento. Dios nos observa de la misma forma. Solo tienes que recibirlo en tu corazón, nunca es tarde para hacerlo. Y te darás cuenta que sin verlo sientes su presencia; presencia que da paz.

  Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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