Tal
como Marcos lo predijo, Susana se horrorizó con la idea
de tomar el camión nuevamente. "¡Soy ciega!" respondió
gritando. "¿Cómo se supone que voy a saber dónde estoy?
Me siento como si me estuvieras abandonando".
El
corazón de Marcos se rompió al oír estas palabras, pero
sabía que tenía que hacerlo. Él le prometió a Susana que
cada mañana y tarde subiría al camión con ella hasta que
lo lograra por sí misma. Y fue exactamente así como lo
hizo. Por varias semanas, Marcos, con su uniforme
militar, acompañó a Susana hacia y desde su trabajo cada
día. El le enseñó cómo apoyarse en sus otros sentidos,
especialmente en el del oído, para saber dónde estaba y
cómo adaptarse a su nuevo entorno.
Él la
hacía reír, aún en esos días no muy buenos. Cada mañana,
ellos hacían el recorrido juntos, y Marcos regresaba
para ir a su oficina. A pesar de que esta rutina era aún
mucho más costosa y extenuante, Marcos sabía que sólo
era asunto de tiempo para que Susana fuera capaz de
tomar el camión por ella misma. Creía en ella, en la
Susana que él estaba acostumbrado a tratar antes de que
perdiera la vista, quien no temía ningún reto y quien
nunca jamás renunciaba.
Finalmente, Susana decidió que ella estaba lista para
probar viajar sola. El lunes en la mañana, antes de
levantarse, ella colocó sus brazos alrededor de Marcos,
su esposo y mejor amigo, para decirle que tomaría ella
sola el camión. Sus ojos se llenaron de lágrimas de
gratitud por su lealtad, su paciencia, su amor. Ella le
dijo adiós y, por primera vez, salieron por diferentes
rutas.
Lunes, martes, miércoles, jueves.... Cada día fue
perfecto para ella, y Susana nunca se había sentido
mejor. ¡Lo estaba logrando! Ella estaba haciéndolo todo
sola.
El
viernes en la mañana, Susana tomó el camión para ir
trabajar como de costumbre. Cuando estaba bajando el
conductor dijo: "¡Hombre!, de verdad que la envidio".
Susana
no estaba segura si el conductor se refería o no a ella.
Después de todo, ¿quién en este mundo podría envidiar a
una mujer ciega que luchaba por tomar fuerzas para
continuar viviendo? Curiosa, ella le preguntó: "¿Por qué
dice usted que me envidia?" El respondió: "Debe sentirse
muy bien ser cuidada y protegida como lo han hecho con
usted."
Susana no tenía idea de lo que el conductor estaba
hablando, y preguntó otra vez: "¿Qué quiere decir?"
El
conductor respondió: "Sabe usted, cada mañana, un gentil
caballero con uniforme militar ha estado esperando en la
esquina vigilándola cuando usted baja del camión. El se
asegura que usted cruce la calle a salvo, y la observa
hasta que usted entra al edificio donde trabaja.
Entonces él le tira un beso, le da un pequeño saludo, y
se va. Usted es una dama con suerte".
La
felicidad inundó a Susana. A pesar de que ella
físicamente no podía verle, ella siempre sentía la
presencia de Marcos. Ella era bendecida, tan bendecida,
porque él le había dado un regalo más poderoso que la
visión, un regalo que ella no necesitaba ver para
creerlo. Un regalo de amor que le pudo traer luz, donde
existía oscuridad.
Que felicidad tan grande saber que tienes a alguien que
te ama, y te cuida en todo momento.
Dios nos observa de la
misma forma. Solo tienes que recibirlo en tu corazón,
nunca es tarde para hacerlo. Y te darás cuenta que sin
verlo sientes su presencia; presencia que da paz.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |