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www.emergencia.org.mx           Sep. 17, 2007    Boletín No. 390


 

 

 

 

''Mamitis'': niños pegados a la piel. Parte I

Tomado de: Somos Padres

Juana tiene 30 años, el pelo claro y un cierto olor en el cuerpo que nunca había conocido. "Me ha venido con esto de ser madre", se disculpa. Su pequeña tiene apenas 14 meses pero ya se ha convertido en una tirana que berrea hasta el punto en el que no aguantan ni los audímetros... Solo necesita ver que su mamá se intenta alejar un poquito para comenzar a recitar su ópera particular.

"Dos semanas, estuve dos semanas en las que ni al baño pude ir sin ella... a mi que me gusta ducharme dos veces cada día, pero nada, que ella no me dejaba, se levantaba primero que yo y desde que abría un ojo tenía que estar pegada a mí". Dice Juana que incluso a la hora de dormir, su pequeña le daba problemas. "Tenía que dormir la siesta en mis brazos, si no, no podía".

La primera mamitis

El caso de Juana sonará conocido a muchos. En torno a los 6 meses los niños empiezan a manifestar una cierta "mamitis", un pegarse a la madre que le puede volver también a más edad; es lo que los expertos llaman "síndrome de ansiedad por separación", una etapa difícil para la familia, pero que pasa, es muy común, y, sobre todo, bien llevado, llega a ser positivo porque nos enseñará a todos lo que significa "crecer".

Lo primero de todo es entenderle: en esta primera fase (que tendrá su punto más angustioso entre los 10 y los 18 meses) nuestros peques están aprendiendo cómo es el mundo que les rodea, y lo hacen poco a poco; para ellos todo es extraño y desconocido, y ante ese mar de novedades necesitan una mano a la que agarrarse... bueno, una mano, y una pierna, y unos brazos...

Al nacer los niños no tienen una idea muy clara del mundo, y, una de las cosas que les cuesta entender es eso de que somos dos cuerpos distintos, con vidas distintas, que a veces tenemos que desaparecer de su vista, pero que siempre volvemos, que no estar delante no significa abandonarlo. Ellos no nacen sabiéndolo: se lo tenemos que enseñar. Si nos reclaman con tanta urgencia no es por que disfruten haciéndonos la vida imposible, es que, simplemente, están pidiendo a gritos un poco de tranquilidad, de seguridad, de confianza... y eso para ellos, solo tiene un nombre: mamá. 

Hay que enseñarles poco a poco que aunque mamá no esté dándole con su manita la seguridad que precisa, está ahí, que no le va a pasar nada, que todos le cuidamos y estamos unidos. Se habrá roto el cordón umbilical, y puede que no le estemos dando la mano, pero como bien saben, siempre hay algo de nosotros vigilandolo, cuidándole y preocupándose por él esté donde esté.

Las causas de la "mamitis" van a estar siempre relacionadas a esto, a adaptarse a los cambios bruscos: la llegada de un nuevo hermanito, un cambio de escuela, de casa, conflictos con los primeros amigos... todo es nuevo y no sabe muy bien como encajarlo: necesita un punto de apoyo, unos brazos que le digan que todo está bien. Y si no los encuentra pronto... ¡preparen sus tímpanos!

A veces en nuestras relaciones de pareja también nos comportamos un poco así de egoístas: si sentimos que esa persona que tanta seguridad y confianza nos da no está en el momento en el que más la necesitamos, también es habitual que reaccionemos reclamando, exigiendo, regañando... pataleando como adultos.

Ante esta prueba, hay una receta que debemos grabarnos bien: tenemos que estar unidos. Si no, a los celos del padre vamos a acabar sumando el agobio de la madre, y todo ello con un pequeño que lo único que hace es justamente reclamar una tranquilidad, una seguridad, un hogar unido.

Continuará

   Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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