Por
Tomás Melendo
Director de los Estudios Universitarios sobre
la
Familia
Universidad de Málaga (UMA), España
Reglas de comunicación
Volviendo a dejar claro que en definitiva no estamos
solo ni principalmente ante un problema de técnicas,
sino de amor y de mejora personal, intentaré, según he
dicho, exponer algunas reglas sencillas para favorecer
la comunicación entre los esposos:
Escuchar
Saber escuchar es la primera y tal vez más difícil
condición para que pueda establecerse el diálogo. Y
viceversa: no existe persona más interesante y simpática
que quien sabe escucharnos.
(Por
eso he comentado alguna vez, en tono de broma pero con
una intención muy seria, que lo realmente importante no
es ser un buen conversador —un buen «charlatán»—, sino
un magnífico «escuchatán»… y también un experto
«provocador» de confidencias, mediante la apertura de la
propia intimidad o a través de las preguntas adecuadas,
que despierten y faciliten en nuestro interlocutor la
necesidad que todos tenemos de abrir a un buen amigo
nuestra alma).
Por
otra parte, para comprender los sentimientos y puntos de
vista de nuestro interlocutor es menester intentar
ponerse en su lugar; y esto supone:
1.
en
primer término, tener muy en cuenta su modo de ser y las
peculiaridades más hondas que lo caracterizan, así como
las circunstancias propias del momento que está
viviendo; y
2.
además, olvidarse de uno mismo y atender a lo que en
cada instante nos dice y siente quien nos habla, en
lugar de andar buscando ya mientras lo hace qué le vamos
a contestar.
Es
preciso abandonar los propios pensamientos y
ocupaciones, saber mirar abiertamente a los ojos de
nuestro interlocutor, esperar a que exprese lo que
necesita comunicarnos y ser pacientes, manteniendo
mientras conversa la atención centrada en aquello que
nos está diciendo. Solo así cabe apreciar quién es el
otro y qué desea transmitirnos. De lo contrario, resulta
muy sencillo filtrar sus palabras y entender lo que
esperamos oír de él o lo que más se adecua a nuestro
humor.
Por
eso, no sabe escuchar:
o
·
quien emite juicios de valor sobre lo que su
interlocutor le está contando o discute acerca de ello;
o
· el
que interrumpe la conversación o completa las frases del
otro, dando por supuesto que ya conoce lo que le pasa y
adelantándose a exponerlo;
o
·
quien se distrae durante el diálogo, entreteniéndose u
ocupándose en hacer otras cosas;
o
· el
que se apresura a dar soluciones, en vez de aguardar,
suponiendo razonablemente que el otro es capaz de
hallarlas por sí mismo, tal vez auxiliado por nuestras
preguntas.
«Mirarse» mientras se habla
Como
mera ejemplificación de lo que vengo apuntando, me
gustaría poner de relieve que, en la comunicación
auténticamente personal, la mirada franca y sincera
representa una función de muchísima más categoría que la
simple expresión oral.
Lo
haré, por no alargarme y porque su planteamiento es en
extremo penetrante y sagaz, siguiendo algunas
indicaciones de Carlos Llano.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |