“Yo puedo hacer lo que tu no puedes, tú puedes hacer lo que yo no puedo, juntos podemos hacer algo hermoso para Dios” Madre Teresa de Calcuta   Si Necesitas alguna ayuda urgente, comunicate con nosotros    ayuda@emergencia.org.mx

            

www.emergencia.org.mx           Oct. 04, 2007    Boletín No. 403


 

 

 

 

SANGRE PARA UN NIÑO

Solicitamos Sangre para el Niño

Fernando Lazalde Torres

de 8 años quien padece Cáncer

Se encuentra en el Hospital Morelos en el 5ºpiso

 

DONADORES:

Favor de hablar con el Profr. Edgar Torres al

Cel. (614) 173-2060

 

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URGENTE

Solicitamos Sangre O +  para la

Sra. Mirna Yolanda Pérez Medina

Quien será intervenida en el Hospital de Ginecobstetricia del IMSS

 

DONADORES:

Favor de pasar al Hospital Morelos y hablar con algún familiar al

Tel.  411-0165

 

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La Notita

Una simpática historia que nos muestra la percepción infantil

Por Anita Irigoyen

Hubo una época en mi vida en la que solía viajar con cierta regularidad. Aprovechaba los viajes de capacitación de mi esposo para, ni corta ni perezosa, unírmele y aprovechar la salidita.

Cada vez que mi esposo salía a algún lugar -al que yo no pudiera acompañarle, le incluía una notita de aprecio y de ánimo. En cierta ocasión, se la escondí en un zapato. Al día siguiente, al calzarse el mismo, él notó que aquel zapato no se sentía igual que el otro, por lo que, en medio de la reunión en que se encontraba, se quitó el zapato y, discretamente, se fijó en el interior del mismo.

Al hallar el papelito, lo sacó y, al leer su contenido, no pudo ocultar una sonrisa y el sentirse especial el resto del día.

Esta práctica de dejarnos notas se volvió común en nuestra familia. En una ocasión en la que viajábamos mi esposo y yo, les escribimos sendas notitas a nuestros dos hijos diciéndoles que les amábamos y que esperábamos que se comportaran bien con su abuela, quien quedaba encargada de ellos durante nuestro viaje.

La mañana que salimos de viaje, colocamos las notitas en sus mesitas de noche, junto a sus camas, mientras aun dormían. Al mayor de los dos (de 10 años), le escribimos "Hijo de mi alma", mientras que al menor (de tan sólo 7), "Hijo de mi vida".

Estábamos convencidos de que no habíamos discriminado en contra de ninguno y que ambos comprenderían que les amábamos por igual.

Cual fue nuestra sorpresa cuando, al volver del viaje, el más pequeño de los dos, se me acercó en privado, y muy serio, para reclamarme. Me preguntó por qué me había referido a él como "Hijo de mi vida".

El habría querido que me hubiese referido a él como "Hijo de mi alma". Un tanto asombrada por la inquietud del pequeñín, le pregunté por qué creía que había alguna diferencia entre ambas frases.

El contestó: "Mamá, acaso no ves que la vida se acaba y el alma no".

   Lic. Rosa Elena Ponce V. 

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