«¿Cómo
es que usted sonríe siempre, cómo se las arregla para
estar siempre contenta?», preguntaron no hace mucho a
una mujer famosa bastante sensata.
Explicó
que ella también tenía, como todo el mundo, sus momentos
de tristeza, de cansancio, de inquietud, de malestar.
«Pero
conozco el remedio, aunque no siempre sepa utilizarlo:
salir de mí misma, interesarme por los demás, comprender
que quienes nos rodean tienen derecho a vernos alegres.
»Pienso
que cuando sonrío y me muestro alegre, al hacerlo,
comunico felicidad a los demás, aunque yo a lo mejor lo
esté pasando mal. Y, al darla a los demás, me sucede
—como de rebote— que crece también en mi interior.
»Creo
que quien renuncia a estar siempre pendiente de su
propia felicidad y se dedica a procurar la de los demás,
se encuentra casi sin darse cuenta con la propia.»
Por
eso, las personas que se esfuerzan por sonreír aunque no
tengan ganas, acaban por tener ganas de sonreír.
-¿Y eso
no son ganas de engañarse a uno mismo tontamente? Para
sonreír debes encontrarte alegre. Si no lo estás, sería
algo antinatural.
El buen
humor es una victoria sobre el propio miedo y la propia
debilidad. La gente malhumorada suele esconder su
inseguridad o su angustia detrás de un forma brusca y
distante, y con el tiempo eso acaba haciéndose habitual
y se convierte en un rasgo de su carácter. Cuando eso
sucede, se hace más difícil que el buen humor salga de
modo natural, pero eso es así porque esa persona ha
alterado lo que debe ser connatural al hombre. Estará
sumida en un círculo vicioso del que debe procurar
salir, con un poco de esfuerzo. Y eso no es antinatural,
sino todo lo contrario: es lo que reclama la naturaleza.
—Pero
hablas de los efectos de miedos y debilidades, y miedos
y debilidades tenemos todos los hombres...
Precisamente por eso, la diferencia entre unos y otros
está en el modo de afrontarlos. Lo sensato es hacerlo
con un poco de buen humor, riéndose un poco de uno mismo
si es necesario.
Todo lo
que se hace sonriendo siempre nos ayuda a ser más
humanos, a moderar nuestras tendencias agresivas, a ser
más capaces de comprender a los demás e incluso a
nosotros mismos.
Es una
gran suerte tener alrededor personas que saben sonreír.
Y la
sonrisa es algo que cada uno tiene que construir
pacientemente en su vida.
—¿Construir? ¿Con qué?
Con
equilibrio interior, aceptando la realidad de la vida,
queriendo a los demás, saliendo de uno mismo,
esforzándose en sonreír aunque no tengas muchas ganas;
ya lo hemos dicho antes. Es algo que hay que practicar
con constancia.
—Pero
no se puede tomar todo en la vida en plan gracioso. Hay
muchas cosas que no tienen ninguna gracia...
Pero
aunque no tengan ninguna gracia, siempre se puede sacar
de ellas alguna enseñanza, algún bien, aunque a veces
sea difícil encontrarlo, o tardemos años en
comprenderlo. No me refería a tomarse las cosas siempre
a broma, aunque en algunas veces sí puede ser útil
desarrollar la capacidad de aplicar el buen humor para
quitarle carga trágica a las contrariedades.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |