Mª Ángeles Pérez
Montero y
Francisco Javier Rodríguez Laguia
¿Tiene usted un adolescente en casa que empieza a salir
por la noche?, ¿le resulta difícil controlar las salidas
de su hijo/a?, ¿suele llegar a conflictos con su hijo/a
para acordar la hora de vuelta a casa después de una
salida nocturna?, ¿le preocupan las amistades con las
que su hijo/a frecuenta la noche? Son interrogantes que
en el seno de muchas familias suceden a diario y a lo
largo de la historia. Este artículo pretende reflexionar
sobre este tema que puede ser más o menos escabroso
dependiendo (como en otros tantos temas) de la actitud
de mayor o menor comprensión de los padres ante la
situación y del entendimiento que exista entre las
partes implicadas.
También nos planteamos en este artículo las situaciones
en las que los hijos piden dormir por primera vez fuera
de casa, con su mejor amigo, con un primo... Los padres
deben saber estar a la altura de las circunstancias,
saber reaccionar y comprender que es un buen momento
para otorgar ciertas responsabilidades a los hijos y
fomentar su autonomía social. A continuación se plantean
algunas pistas muy enriquecedoras.
Los
jóvenes albergan la ilusión de que la noche es suya, de
que en el mundo nocturno sólo están ellos sin el control
de los adultos. Cuando es niño, es obligado “irse pronto
a la cama”, en consecuencia un rito de “paso” a la
adolescencia significa conquistar el derecho a dominar
la hora de recogerse por la noche. Y por último, la
posesión total de ese atributo adolescente: pasar la
noche fuera de casa; este es el privilegio máximo de los
jóvenes.
En
las edades más tempranas de la adolescencia de los
hijos, es decir, la preadolescencia, los padres deben
reconocer el atractivo que tiene dormir en casa de un
amigo. Se sienten tan amigos que no les basta pasar el
día juntos. Es muy gratificante contarse experiencias y
dormirse con estas historias y aventuras. Muchas veces
los recuerdos más agradables de la infancia tienen que
ver con estas vivencias. Es conveniente que los padres
aprovechen educativamente esta situación cumpliendo
algunos
requisitos:
1.
Conocer la familia del amigo y que el ambiente sea
saludable y acorde a nuestras ideas.
2.
Que el joven esté preparado para convivir con personas
distintas de su familia.
En
ocasiones los chicos se pueden mostrar obedientes y
dóciles con nosotros y cuando no se sienten vigilados
son muy distintos. Debemos enseñarle que no se puede
comportar con la misma familiaridad que en su casa.
Desde que son pequeños debemos habituarles a
relacionarse con los demás, es cuando comienzan a
ampliar su círculo y a darse cuenta que los demás pueden
ser amigos suyos.
Puede que sean tímidos por lo que convivir con otros
chicos/as de su edad fuera de casa les obligará a poner
en práctica habilidades sociales, saludar, mostrarse
amable, responder a las preguntas, etc. Esto es todo un
entrenamiento para el futuro.
Un
error de algunos padres consiste en pretender prolongar
la infancia impidiendo a sus hijos asumir
responsabilidades. Es una regla de oro en educación que
los padres acostumbren a sus hijos a hacer por sí mismos
lo que son capaces de hacer de acuerdo con su edad. Así
cuando se planteen nuevas situaciones estarán preparados
para hacerles frente.
Aquellas actividades que impliquen un cierto alejamiento
de la “presencia y protección” de los padres son maneras
adecuadas de conseguir “autonomía”.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |