Los niños son unas criaturas dulces y lindas que han
venido a este mundo para poner a prueba la paciencia de
los adultos.
Si los problemas están en otra parte, sigue las
siguientes pautas.
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La comunicación es fundamental.
A veces los padres vivimos en Marte o Venus y los
niños en Plutón. Mientras es pequeño aun le falta
mucho para llenar ese espacio de su memoria en el que
guarda las instrucciones que le damos (luego ya
vendrán el “jolín mamá, si eso me lo has dicho 100
veces, ¿no te cansas?”). No dudes en repetirle lo que
quieres. Si vas a visitar a alguien, por el camino
debes ir recordándole cómo quieres que se porte, y
asegúrate de que lo entiende habándole a los ojos, o
cogiéndole de la mano cuando se lo cuentas y pidiendo
que te repita lo que has dicho.
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No le quites el ojo de encima.
A veces tardamos mucho en asumir que debemos cortarle
porque nos gusta sentirnos que no necesita que le
vigilemos todo el tiempo (lo cual, es verdad, sería
una delicia, pero de momento no nos lo podemos
permitir). Siguiendo con el ejemplo de antes, si vemos
que empieza a toquetear las paredes (y le habíamos
avisado) o pasa de largo cuando debía darle un beso a
alguien, llámale la atención inmediatamente para que
corrija a tiempo. “¡Eh!, ¿qué te he dicho?”. Poner el
volante en la buena dirección nos evitará un sufrido
descarrilamiento.
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Si, pese a vuestra llamada, tu hijo
continúa “viviendo sin ley”, cógele de la mano,
frénale, y mírale directamente a los ojos. Aquí, si te parece, aún puedes resolver el asunto por
las buenas, así que apela a su orgullo. Dile que
necesitas que te eche una mano, que haga esto o lo
otro, que se porte bien porque si no te va a
fastidiar, no te va a dejar hacer lo que querías.
¿Quieres ayudarme? Normalmente hay pocas cosas que
motiven más a un niño que saber que con su conducta
está haciéndonos sentir bien. Si, por el contrario,
crees que hace falta un pequeño toque de atención, con
una voz decidida pero tranquila, dile que está
incumpliendo lo pactado, y que si sigue así os
tendréis que ir (si eso le fastidia) y le tendrás que
castigar (y eso, sí que le fastidia). Que necesitas
que cambie inmediatamente o eso será lo siguiente que
pase.
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Cuidado si al niño te lo han cambiado
y ahora va de Narciso por la vida. Muchas veces el único afán de nuestro hijo al salirse
de las normas es que centremos en él nuestra atención.
Si te has percatado de que ese es el problema, ármate
de paciencia, respira muy profundamente, y, cuando
empiece a desmadrarse, le coges la primera vez y le
dices que cambie, como hemos visto antes, y en ese
momento intentas alejarte un poco de él, para que
reaccione sin tenernos al ladito. Si sigue, le vuelves
a coger y le dices que si sigue así tendrás que
castigarle dejándole solo en una habitación durante
cinco minutos.
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¿Qué sigue pasándose pese a todo?
Pues
tranquilamente, como si en vez de un niño y un drama
estuviéramos cambiando un mueble de la casa, le coges
y te lo llevas a ese cuarto en el que puedes
dejarle solo. Le dices que piense en lo que ha
hecho, que está muy mal, que así no puede estar con
los demás, y que ahora se va ha quedar ahí castigado
cinco minutos para que piense en lo que ha hecho. Le
cierras la puerta y te vas, sin haber soltado un solo
grito.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |