Por Tomás
Melendo
Director de los Estudios Universitarios sobre la
Familia
Universidad de Málaga (UMA), España
3. Aprender a discutir
A pesar de la ayuda que pudieran prestar las mejores
reglas, y a pesar sobre todo del cariño e ilusión
crecientes que se pongan en evitarlos, es natural que en
la vida de un matrimonio existan discusiones, momentos
de tensión, diferencias de opiniones y de gustos.
La relación entre la pareja se refuerza y madura también
de este modo, superando los conflictos y, sobre todo,
aprendiendo a perdonar y a ser perdonado, que
constituyen dos de las más sublimes, jugosas y
gratificantes expresiones de amor.
Por lo demás, a pelearse se va uno entrenando un poco ya
desde el noviazgo. No hay, pues, que asustarse demasiado
ni intentar evitar a toda costa las discusiones,
reprimiendo emociones y sentimientos.
En ocasiones es bueno desfogarse. Pero resulta
imprescindible aprender a discutir.
Diez consejos básicos
Doy por eso algún consejo deportivo al respecto o, si se
prefiere, «El decálogo del buen discutidor»:
1)
No eludas la discusión por encima de todo, ni la cortes
saliendo ostentosamente de la escena, cuando temes estar
equivocados.
Y si hubieras obrado de este modo, ten la honradez de
volver, pasados los momentos de enfado, y replantear el
asunto hasta alcanzar el acuerdo deseable.
2)
Ten la disposición habitual de reconocer tus defectos y
errores… y amar e incluso llegar a «sentir ternura» por
los de tu cónyuge. Son signos de grandeza de ánimo.
3)
Si adviertes que has dicho algo no objetivo o injusto,
retíralo de inmediato lealmente, pidiendo perdón si es
necesario (es decir: casi siempre).
4)
Evita agresivas y descalificadoras ofensas personales y
actitudes irónicas o despreciativas.
5)
Presta atención para no proyectar inconscientemente en
el otro la razón de tu malhumor.
Más vale «desaparecer de la escena» por algún tiempo que
descargar sobre el cónyuge o sobre los hijos una tensión
de la que ellos no tienen responsabilidad.
6)
No levantes acta de las culpas de tu pareja ni te
empeñes en seguir echándole en cara cosas ya pasadas:
menos cuanto más graves o dolorosas hayan podido ser.
No devuelvas jamás a tu cónyuge al pasado: no tienes
derecho (con el «sí» que le otorgaste en
el matrimonio redimiste todos y cada uno de sus errores
pretéritos).
Intenta vivir en el presente y mirar hacia adelante.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |