Por
Tomás Melendo
Director de los Estudios Universitarios sobre la
Familia
Universidad de Málaga (UMA), España
7)
Esfuérzate por comprender, si es el caso, que la rabieta
del otro está surgiendo de una momentánea necesidad de
desahogo.
8)
Permite al cónyuge llegar hasta el final en la
exposición de su malestar, intentando por todos los
medios comprender su punto de vista; a menudo le bastará
esa posibilidad amable de desfogue para calmarse en un
50%.
9)
Procura exponer tus razones de forma clara y breve, con
la máxima calma posible y, si eres capaz, con un tanto
de humor (que equivale a saberte reír de ti mismo, a no
tomarte demasiado en serio), pero jamás
con ironía.
10)
Conseguid, como ya se ha sugerido, que incluso las
discusiones más violentas acaben con un gesto de
reconciliación; de esta suerte, hasta las propias
disputas formarán parte del humus sobre el que
crece el amor conyugal.
Tal como explica José Pedro Manglano, «todo lo que
constituye la vida normal puede ser alimento bueno» para
el amor. «Todo: lo positivo y lo negativo». El buen amor
«se alimenta de palabras, de compras, de necesidades, de
ver la tele, de ir al médico, de paseos… Del mismo modo
que se alimenta de discusiones, de aburrimiento, de
malentendidos, de fallos propios, de fallos del otro, de
manías y de preferencias. Podríamos decir que el amor
dispone de un aparato metabólico que es capaz de
convertir en alimento incluso lo que de por sí es
nocivo: la traición, el olvido, el desamor».
Por eso, más que el propósito de no pelearse jamás,
conviene hacer el de recomponer la paz cada vez lo antes
posible: nunca un matrimonio debería entregarse al sueño
sin haber resuelto los posibles conflictos originados
durante el día.
El amor conyugal no muere a causa de las trifulcas, sino
que lo matamos por no saber ponerles remedio y
sacar partido de ellas.
Si por desgracia alguno de vuestros hijos ha presenciado
vuestra disputa —cosa que siempre se debería evitar—, es
bueno que asista también a vuestra reconciliación.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |