Por Javier
Salinas. Tomado de CDN
A la maestra con cariño (Para Nathalie)
“Aquella persona es tan pobre tan pobre,
que sólo tiene dinero”.
Pensamiento popular del Bután
Conozcamos lo que Bután está haciendo por la felicidad.
Bután es un pequeñísimo reino en las faldas del Himalaya,
entre China, la India y el Tibet. Sólo tiene dos
millones de habitantes, y su ciudad mayor es la capital,
Timfú, con cerca de cincuenta mil habitantes.
Está
amenazado con desaparecer dentro de pocos años, en caso
de que los lagos del Himalaya, que están creciendo por
el deshielo, se desborden. Gobernado por un rey y por un
monje que tiene casi la autoridad real, es considerado
uno de los menores y menos desarrollados países del
mundo. Con todo, es una sociedad sumamente integrada,
patriarcal y matriarcal simultáneamente, dado que el
miembro más influyente se transforma en jefe de familia.
Bután posee algo único en el mundo y que todos los
países deberían imitar: el índice de “Felicidad
Interna Bruta” (FIB). Para el rey y el monje
gobernantes, lo que cuenta en primer lugar no es el PIB,
(Producto Interno Bruto), medido a base de todas las
riquezas materiales y servicios que un país ostenta,
sino la Felicidad Interna Bruta, resultado de las
políticas públicas, del buen gobierno, de la equitativa
distribución de la renta que resulta de los excedentes
de la agricultura de subsistencia, de la ganadería, de
la extracción vegetal, de la venta de energía a India,
de la ausencia de corrupción, de la garantía general de
educación y salud de calidad, con carreteras
transitables en los valles fértiles y en las altas
montañas, pero especialmente como fruto de las
relaciones sociales de cooperación y de paz entre todos.
Eso no ha llegado a impedir conflictos con Nepal, pero
tampoco ha desviado el propósito humanístico del reino.
La
economía, que en el mundo globalizado es importantísima,
comparece sólo como uno de los items en el conjunto de
los factores a ser considerados. Por detrás de este
proyecto político de Bután funciona una imagen
multidimensional del ser humano. Concibe al ser humano
como un nudo de relaciones orientado en todas las
direcciones, que sí tiene hambre de pan, como todos los
seres vivos, pero que principalmente se mueve por el
hambre de comunicación, de convivencia y de paz, que no
pueden ser compradas en el mercado o en la bolsa.
La
función de un gobierno es atender a la vida de la
población en la multiplicidad de sus dimensiones. Su
fruto es la paz que se define como “la plenitud que
resulta de las relaciones correctas consigo mismo, con
otras personas, con otras culturas, con otras vidas, con
la Tierra y con el Todo mayor del cual somos parte”. La
felicidad y la paz no son construidas por las riquezas
materiales y por los convencionalismos que nuestra
civilización materialista y pobre nos presenta. En el
ser humano ella ve sólo un productor y un consumidor. Lo
demás no le interesa. Por eso tenemos tantos ricos
desesperados, jóvenes de familias sin problemas
económicos que se suicidan por no encontrar ya sentido
en la abundancia.
La
ley del sistema dominante es: quien no tiene, quiere
tener; quien tiene, quiere tener más; y a quien tiene
más no le parece suficiente. Olvidamos que lo que nos
trae la felicidad son las relaciones humanas, la
amistad, el amor, la generosidad, la compasión, el
respeto... realidades que valen pero que no tienen
precio.
Lo
dramático está en que esta civilización humanamente
pobre está acabando con el Planeta con el afán de ganar
más, cuando lo importante sería tratar de vivir en
armonía con la naturaleza y con los demás seres vivos.
Bután nos da un bello ejemplo de esta posibilidad.
Sabia ha sido la observación de un pobre de estas
comunidades, que ha comentado: “Aquella persona es tan
pobre tan pobre, que sólo tiene dinero”.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |