Colaboración: Ma. Del Rosario H. de Villarreal
Cuando
salí me esperaban dos de mis amigos a los que les
comenté lo que habría de hacer esa noche. Mis amigos me
dijeron, que al menos brindara con ellos antes para que
así ellos sintieran que estaba ahí en el grupo.
Ese
brindis se alargó hasta casi antes de la media noche,
tiempo en el cual, pensé muchas veces que en mi casa
habrían de estar mis hermanos y hermanas con mis padres
y yo, acá sin cumplir lo que había prometido a mis
hermanos sobre esa noche. Ya un tanto arrepentido por no
haberme ido de inmediato, me retiré sin avisarles,
presentía que iba a recibir un buen regaño por parte de
mis hermanos y ver el rostro de mis padres, enojados
conmigo.
Cuando
iba llegando a casa, no percibí alboroto alguno de parte
de mi familia, pensé que por estar fría la noche se
encontrarían en el interior de la casa con mis padres.
Entre por la puerta de atrás para no ser tan obvio, al
menos si me preguntaban diría que estaba dormido, así
que no habría ningún problema.
En
verdad, ahora que lo recuerdo, una lágrima se desborda
de mis pupilas.
Cuando
abrí la puerta no oí ningún ruido solo escuché la
conversación de mi padre con una voz quebrada por el
llanto diciéndole a mi madre. " Vieja, no vino nadie, ni
siquiera el menor de mi hijos está con nosotros, ¿qué
hemos hecho con nuestros hijos, que ahora no quieren
estar aquí? Se Oía una onda tristeza en estas palabras,
que no tuve valor ni siquiera para acercarme.
Seguí
escuchando y mi madre le contestó con unas palabras que
aún retumban en mis oídos.
"Viejo:
los padres estamos en el pensamiento de los hijos cuando
están pequeños, pero cuando crecen, ese pensamiento lo
ocupan sus propios hijos, sus ocupaciones, sus
amistades, otras cosas. ¿Tú crees que preferirían pasar
la noche de fin de año con un par de viejos que ya no
pueden bailar, que no pueden desvelarse como lo hacían
antes? Mira, voy a poner los 10 platos sobre la mesa, y
el que vaya llegando le iremos sirviendo".
Sentí
un nudo en la garganta tan grande que no me dejaba
respirar, me sentí tan desgraciado, tan mal hijo. Salí
de donde estaba y abracé a mi padre y le pedí perdón,
luego fui con mi madre, y le besé sus manos y me
arrodillé, ella me besaba los cabellos mientras mi padre
se secaba las lagrimas y dándome la mano me sentó a su
derecha y dijo: No es necesario que estén todos, uno
solo representa a los demás. “¡Vieja, sirve la cena
que mi familia ha llegado! “
Hoy mis
hijos no están conmigo y en mi mesa están los 2 platos
servidos, en cuanto llegue uno, mi familia habrá
llegado...
¡Aprovechemos a nuestros padres en vida! No los descuidemos que cuando no
los tengamos físicamente desearemos un solo minuto para
poder abrazarlos y decirles cuanto los amamos.
" Sólo viviré una vez ... Por lo tanto cuanto bien haga y cuanta bondad
pueda mostrar a otro ser humano, he de hacerlo ahora ...
No he de aplazarlo u olvidarlo ... pues no volveré a
pasar por aquí "
Madre
Teresa de Calcuta
Lic. Rosa Elena Ponce V. |