Por: P.
Mariano de Blas, LC
Se
fue un año más.
Al
final del año es conveniente hacer un balance de los 365
días, para ver qué se hizo con ese año de vida. Conviene
también saldar todas las deudas que se tiene con Dios y
con los demás.
Quiero asomarme a la ventana de mi casa y mirar hacia
atrás, hacia ese largo camino que he recorrido durante
todo el año.
Si
algo puedo ver, es que cada día de ese año transcurrido
estuvo lleno del amor de Dios. Estoy en deuda con Él,
por eso mi primera palabra al final del año es:
'¡Gracias!'.
Pero, al lado de tantas bondades de ese Dios, está la
triste historia de la ingratitud y la mediocridad para
con ese gran amigo. Por eso la segunda palabra tiene que
ser: "¡Perdóname todos los errores, todas las
mediocridades. Yo se que me perdonas!"
Pero
hay una tercera palabra que quiero decir: "Te pido un
gran año para hacer con él una gran tarea, ayúdame a que
este año que empieza sea mejor, que valga la pena vivir.
Conviértelo en un gran año. Que aquello de "próspero año
nuevo" no se quede en una ironía, sino en una verdad.
También quiero al final del año, saldar cuentas con mi
prójimo, quiero sacar de mi espíritu, arrancar, tirar
todos los rencores, odios, resentimientos hacia mis
hermanos. Quiero terminar el año bien con todos. Quiero
poder decir que no tengo malos sentimientos hacia ningún
ser humano.
Es
hora de pedir perdón a todos los que en el camino he
herido, molestado, desairado. A los que tenían derecho a
esperar una respuesta y no se la di, a los que
necesitaban una palabra de aliento y me quedé con ella.
A los que encontré tirados en el camino de la vida,
desesperados, tristes, vacíos de Dios y de ilusión, y
pasé de largo porque tenía mucha prisa. Quiero pedirles
perdón.
Deseo dormir en paz la última noche del año y despertar
con el alma renovada para emprender la nueva jornada de
este año que comienza.
Es
importante recordar que este año será lo que cada uno
haga con él. ¿Será el mejor o será el peor? ¿Será uno de
tantos, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario? De
cada uno de nosotros depende.
Dios
que te da ese año nuevo es el que más ardientemente te
dice: ¡FELIZ AÑO!
Al Dios que me dio la vida, ¡gracias!.
Al Dios de mis días felices, ¡gracias!.
Al amor de mis amores, ¡gracias!.
Puesto que al final de la vida me examinarán del amor,
perdóname por no haber
amado lo suficiente, y concédeme morir de amor
Lic. Rosa Elena Ponce V. |