Los hijos necesitan tener una buena imagen de sus padres
para crecer seguros y relacionarse sanamente con los
demás. ¿Qué pasa cuando uno de ellos está ausente y el
otro (otra) destruye su imagen?
Josefina Lecaros S.
Asesoría: Benito Baranda, psicólogo y orientador
familiar.
Inseguridad en la vida afectiva
La
falta de seguridad vivida en el hogar -fruto de la
relación viciada de sus padres- produce una gran
inseguridad en la vida afectiva de los hijos, la cual
les impide darse en plenitud por temor a que la otra
persona, en un momento dado, se vaya. Porque cuando
alguien se entrega plenamente a otro, queda muy
vulnerable. Ya que si el otro dice “hasta aquí no más”,
puede dejarlo muy herido, destruido.
Por
eso, les cuesta mucho establecer compromisos de largo
aliento y estiman que es mejor la convivencia, aunque
sea de esas largas y con hijos. Lo que importa es que
no haya una entrega total.
Esta
inseguridad en los afectos también lleva a retrasar la
edad del matrimonio. Y, más adelante, muchas veces se
traduce en cierta inseguridad al educar a los hijos: no
tienen claridad en la educación de los valores, no son
estables en las normas que establecen en la casa, etc.
Cómo construir una
buena imagen mutua y reflejarla en los hijos
Recordar lo que los unió
Aunque la relación se haya roto, a pesar de que el
proyecto de vida común ya no esté, recordar los buenos
momentos que se vivieron juntos y volver al origen de la
relación matrimonial ayuda a calmar las tormentas. Por
eso, hay que intentar rescatar ese primer momento de
mucho cariño y afecto, recordarlo, y, luego, proyectarlo
en la relación presente con el cónyuge.
No
desahogar las rabias en los hijos
Los
fracasos de la relación de pareja no tienen por qué
involucrar en sus rabias la relación con sus hijos. El
quiebre siempre afecta muchísimo a los hijos, pero si a
éste se suma el desahogo de una madre abandonada o los
arrebatos de un padre herido, se les daña fuertemente en
los tres aspectos mencionados anteriormente.
Por
eso el desahogo de las rabias no puede ser delante de
los hijos, sino en la instancia que corresponda: con
adultos, con una comunidad, un grupo de auto ayuda, con
un terapeuta. Sobre todo cuando se están pasando
momentos muy malos en el quiebre de la relación de
pareja, tiene que ser con un especialista.
Saber canalizar las rabias en los espacios adecuados,
evita tener en la casa esas explosiones llenas de veneno
contra el cónyuge ausente y que, como se ha dicho, dañan
profundamente a los hijos.
Contactarse con la familia extensa
Muchas veces, quienes se separan se aíslan. Puede ser
por un sentimiento de culpa por haber fracasado en la
vida matrimonial; porque se sienten juzgados o
simplemente porque tienen mucha rabia hacia el resto de
la sociedad. Sin embargo, al contrario, en general se
busca proteger, acompañar y cuidar a quien ha tenido un
fracaso matrimonial; por tanto, ayuda mucho contactarse
fuertemente con la familia extensa y ojalá con una
comunidad más amplia que la familia: Participar en la
vida escolar, de la parroquia, familiar. Vincularse
rápidamente a estos grupos, permite amortiguar el daño
en los hijos, pues pueden ver en otros adultos
–similares a su padre o a su madre en hábitos, en
valores...- la figura del padre o madre ausente. Hay
que ser valientes y sencillos y sin vergüenzas asistir a
la catequesis del colegio o al almuerzo familiar del
domingo.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |