¿Cómo
salimos de casa cada día a enfrentar la vida?
Un
cuento muy sencillo nos ayudará a revisar cómo
enfrentamos los conflictos y problemas de nuestra vida.
Hermann Rodríguez sj
Hace
algunos años escuché esta historia que me vino a la
mente al leer las palabras de Jesús: “No se angustien ni
tengan miedo”.
Había
una vez un niño que se llamaba Jesulín. Su padre era
mago. Todas las mañanas, Jesulín se levantaba, se lavaba
y se vestía a toda carrera, porque sus padres lo
despedían en la puerta de la casa. El papá mago se
acercaba a Jesulín y le decía al oído unas palabras
mágicas que éste escuchaba lleno de emoción. Jesulín
guardaba las palabras mágicas en el bolsillo de su
camisa, muy cerca del corazón, y de vez en cuando, se
detenía, sacaba sus palabras mágicas, las escuchaba de
nuevo y seguía su camino lleno de alegría.
Jesulín
tenía la costumbre de recoger a algunos amigos y amigas
antes de llegar a la escuela; primero que todo iba a la
casa de Miguelito, que era hijo de un policía de
tránsito. El papá de Miguelito le decía a su hijo al
despedirlo: «Ten cuidado al cruzar las calles... espera
siempre a que el hombrecito del semáforo esté en verde.
Cruza siempre las calles por el paso de cebra y no
corras. Espera a que los carros se hayan detenido y ten
cuidado con las bicicletas y las motos...» Y Miguelito
salía siempre con una cara de 'semáforo en rojo'...;
pero al encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y
entonces, lo que era malo, no parecía tan malo...
Luego
iban caminando a casa de Conchita, que era hija de una
dentista. Su madre la despedía todos los días con estas
palabras: «Hija mía, no comas chucherías, ni golosinas,
ni chicles... Lávate los dientes cada vez que comas
algo; no mastiques muy rápido y ten cuidado con las
cosas duras...», y le daba un cepillo de dientes, seda
dental y un tubo de crema. Y la pobre Conchita salía con
una cara de 'dolor de muelas'...; pero al encontrarse
con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces, lo que era
malo, no parecía tan malo...
Después
los tres iban corriendo a casa de Campeón, que era hijo
del dueño de un banco. A Campeón siempre lo despedía su
papá en la puerta diciéndole: «Tienes que ser el
primero, el mejor en todos los deportes y en todas las
clases; a mi no me vengas con segundos puestos; siempre
hay que ganar; ser el mejor de todos en todo... Ánimo;
hay que vencer a los demás en todo». Y su padre le
colocaba una medalla que decía por un lado "Soy el
mejor" y por el otro decía "Soy el primero"... Y
Campeón, salía siempre con una cara de 'partido
perdido'...; pero al encontrarse con Jesulín, se daban
un abrazo, y entonces, lo que era malo, no parecía tan
malo...
Por
último, pasaban a recoger a Tesorito; una niña muy
bonita y muy bien puesta, hija de una familia muy rica;
tenían una casa enorme, con una gran escalera a la
entrada y un jardín muy bonito; todas las mañanas los
padres de Tesorito salían a la puerta y le decían a su
hija: «Tienes todo lo que necesitas; llevas dinero,
comida, libros, cuadernos, lentes, lápices, colores,
plastilina... Llevas de todo y no te falta nada; te
hemos dado todo para que no tengas problemas en tu
vida... Por eso no hace falta que te digamos nada más».
Y así la despedían sin decir más... Y la pobre Tesorito
salía con una cara de 'felicidad fingida'...; pero al
encontrarse con Jesulín, se daban un abrazo, y entonces,
lo que era malo, no parecía tan malo...
Al
llegar al colegio, sus amigos le preguntaron a Jesulín
por las palabras mágicas; pero Jesulín no quiso
revelarlas porque su padre se las decía sólo a él; y si
las escuchaba otro, perderían su efecto mágico...
De modo
que los cuatro fueron una mañana, muy temprano, a la
casa de Jesulín; esperaron escondidos, cerca de la
puerta, a que llegara la hora en que salieran Jesulín y
su papá mago; querían escuchar las palabras mágicas que
le decían a Jesulín; pasó un rato y por fin salieron
Jesulín y su papá mago... prestaron mucha atención y por
fin escucharon las palabras mágicas: El papá mago le
decía a Jesulín: «Hijo mío, te quiero mucho... ¡que
tengas un día muy feliz!».
Cuando
hemos sentido una experiencia de amor incondicional, no
podemos tener miedo ante los problemas que nos presenta
la vida. Sentirnos amados por Dios, como Jesulín se
sintió amado por su papá mago, es lo que Jesús quiso
comunicarnos.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |