La compasión se enfoca en descubrir a las personas, sus
necesidades y padecimientos, con una actitud permanente
de servicio.
La capacidad de conmovernos ante las circunstancias que
afectan a los demás se pierde día a día, recuperar esa
sensibilidad requiere acciones urgentes para lograr una
mejor calidad de vida en nuestra sociedad. Compadecerse
es una forma de compartir y participar de los
tropiezos materiales, personales y espirituales que
aquejan a los demás, con el interés y la decisión de
emprender acciones que les faciliten y ayuden a
superar las condiciones adversas.
Ante todo, debe quedar claro que tener compasión y
sentir lástima no es lo mismo. Cuando contemplamos la
desgracia como algo sin remedio y sentimos escalofrío al
pensar que sería de nosotros en esa situación, sin hacer
nada, a lo mucho pronunciamos unas cuantas palabras de
condolencia, eso es sentir lástima. Sin embargo, la
compasión comprende, se identifica y se transforma en
actitud de servicio.
Podemos descubrir este valor en diversos momentos y
circunstancias de la vida, tal vez pequeños, pero cada
uno contribuye a elevar de forma significativa nuestra
calidad humana. Por ejemplo vive el valor de la
compasión:
- Quien visita a alguien que ha sufrido un accidente o
padece una grave enfermedad, está pendiente de su
recuperación, en sus visitas regulares procura llevar
alegría y tener momentos agradables.
- La reacción comprensiva de un padre o madre de familia
ante las faltas de los hijos, reprenden, animan y
confían en la promesa de ser la última vez que ocurra...
- En la escuela el profesor que consciente de la edad y
las circunstancias particulares, corrige sin enojo pero
con firmeza la indisciplina de sus alumnos.
- Los jóvenes que participan en actividades de
asistencia social en comunidades marginadas, conviven
sin reparar en lo descuidado de su aspecto y sus
modales...
- La persona en la oficina que dedica parte de su tiempo
para explicar y enseñar a sus compañeros su labor,
conocedor de su necesidad de trabajo y de la importancia
del trabajo en equipo.
Con el valor de la compasión se reafirman y perfeccionan
otros valores:
Generosidad
y
Servicio
por
poner a disposición de los demás el tiempo y recursos
personales;
Sencillez
porque no se hace
distinción entre las personas por su condición;
Solidaridad
por tomar en sus manos los problemas
ajenos haciéndolos propios;
Comprensión
porque al
ponerse en el lugar de otros, descubrimos el valor de la
ayuda desinteresada.
Aunque la compasión nace en el interior como una
profunda convicción de procurar el bien de nuestros
semejantes, debemos crear conciencia y encaminar
nuestros esfuerzos a cultivar este valor tan lleno de
oportunidades para nuestra mejora personal:
- Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos.
Procura comprender que muchas veces las circunstancias,
la falta de formación o de experiencia hacen que las
personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no
permitas que los demás "se las arreglen como puedan" y
haz lo necesario para ayudarles.
- Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o
sufren contratiempos, determina cómo puedes ayudar y
ejecuta tus propósitos.
- Centra tu atención en las personas, en sus necesidades
y carencias, sin discriminarlas por su posición o el
grado de afecto que les tengas.
- Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o
esperar cualquier forma de retribución, lo cual sería
soberbia e interés.
- Visita centros para la atención de enfermos, ancianos
o discapacitados con el firme propósito de llevar
medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando
una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará
a ser útil de verdad.
Es tan enriquecedora la compasión porque va más allá de los
acontecimientos y las circunstancias, se enfoca en
descubrir a las personas, sus necesidades y
padecimientos, con una actitud permanente de servicio,
ayuda y asistencia, haciendo a un lado el inútil
sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |