Víctima de un matón, testigo de cómo abusan con un
compañero, o etiquetado para siempre como “malo”, tu
hijo puede estar sufriendo lo peor sin que tú sepas.
María
Ester Roblero C.
Se cree que en los episodios de violencia escolar sólo
hay una víctima. Pero no es así. La huella que queda en
un niño que es testigo de cómo otros torturan a un
compañero, mientras él por miedo no se atreve a
defenderlo, queda para siempre. Llega a creer que la ley
de la selva rige entre las personas y deja de tener fe
en la capacidad de los adultos para intervenir y hacer
justicia. Pero además, existe un tercer dañado: el niño
que ejerce la violencia y quien tras su conducta esconde
dolores y rabias que es mejor detectar y sanar a tiempo.
Un hecho inaceptable
Se ha acuñado el término bullying para describir la
violencia entre escolares. Viene de bull (toro) y alude
a la persecución del matón a su víctima mientras otros
compañeros aplauden, miran o callan.
Decir “siempre han existido matones entre los niños y
adolescentes” no puede ser hoy aceptado porque es
posible demostrar que ningún niño nace violento: se
vuelve agresivo por alguna razón que hay que detectar y
tratar.
Luis Rojas Marcos, psiquiatra español radicado en Nueva
York, en su libro Las semillas de la violencia, asegura
que “la violencia es una semilla que se planta en la
infancia”. La define como el uso intencional de la
fuerza física en contra de un semejante, para abusar,
humillar o dominar. Y en este sentido, es una semilla
que puede haber sido sembrada por padres violentos o
descalificadores.
Pero también, en otro estudio publicado en la revista
Child Development, Kenneth Dodge, profesor de la U. de
Duke, confirma que aquellos niños que han sido
rechazados por sus padres, por algún defecto físico o
conducta diferente, tienden a actuar más negativamente.
El Dr. Luis Rojas explica en su libro que la agresividad
comienza a ser peligrosa cuando el verdugo alcanza
satisfacción morbosa en subyugar o dominar a la víctima.
¿Dónde están los adultos?
Existe una tendencia entre los adultos a minimizar las
agresiones entre compañeros. ¿Qué dicen las
investigaciones recientes? La mayor parte de éstas se ha
desarrollado en Europa y Australia. Indican que el
“bullying” debe ser tomado más en serio por los
educadores y padres, y no como una etapa normal en el
desarrollo. Recomiendan:
§
Inmediata intervención de los adultos. De lo contrario,
crece la idea de que el matón tiene el campo libre para
atacar de nuevo.
§
Entender que la familia es juez y parte del problema.
Hay que combatir la crianza basada en el castigo y el
temor y fomentar una educación donde los niños obedecen,
quieren y respetan a sus padres por su ejemplo.
§
En los colegios, castigar las faltas graves, sean
verbales (ridiculizar, poner sobrenombres hirientes,
insultar); emocionales (chantajes, manipulaciones);
físicas (golpes, patadas, escupos, empujones); sexuales
(abuso ejercido hacia compañeros).
§
Intentar cambiar la conducta del matón. Diagnosticar por
qué lo hace: ¿Quiere ser más admirado?, ¿él ha sido, a
su vez, humillado?
§
En muchos colegios norteamericanos se han puesto en
práctica programas de prevención primaria y secundaria.
Su objetivo es que el problema nunca se presente o
intervenir cuando aparecen los primeros indicios de
riesgo de maltrato entre compañeros.
Continuará
Lic. Rosa Elena Ponce V. |