Víctima de un matón, testigo de cómo abusan con un
compañero, o etiquetado para siempre como “malo”, tu
hijo puede estar sufriendo lo peor sin que tú sepas.
María
Ester Roblero C.
Tratar a la víctima y al agresor
Muchos niños ocultan que alguien les pega o humilla por
sentimiento de culpa: es extraño, pero piensan que son
ellos quienes provocan todo.
Su terror ante burlas y palizas puede manifestarse en
conductas regresivas, como orinarse si es pequeño o
vomitar. Sufrir retraimiento social, no querer ir a
fiestas de cumpleaños ni a la escuela, si es más grande.
Insomnio, cambios de hábitos alimenticios, agresividad
con sus hermanos, son otros de los síntomas reveladores.
Hay que hacerle las preguntas en forma directa y
natural: ¿Alguien te está molestando? Si está siendo
intimidado, mostrarle que no es su culpa y que no debe
por ningún motivo verse a sí mismo como quien provoca la
situación. Luego, ir hablar con los profesores y
orientadores de la escuela.
¿Y si tu niño es el “matón”? Hay que tomar en serio su
comportamiento, llevarlo a un psicólogo si detectas que
siempre está en busca de alguien a quien molestar o si,
de pronto, se ha vuelto más violento. Es posible que los
celos hacia un hermano se lo estén comiendo o que su
inseguridad por el mal rendimiento escolar lo lleven a
camuflarse como fuerte y violento.
Es imprescindible no etiquetarlo, ni permitir que en la
escuela lo marquen como el malo sin remedio. Por ello la
alianza familia-escuela es clave: es recomendable idear
planes de acción con sus profesores, para así motivarlo
a cambiar de rol dándole nuevas responsabilidades. Y en
la casa, replantearse el trato: si los gritos y castigos
son la lógica para educar, no será posible evitar que
crezca la semilla de la violencia.
Para no lamentar:
-
Formar desde temprano el juicio de los niños, para que
sean capaces de procesar la información de violencia que
les llega.
-
Desde pequeños, educarles en la idea de que todos los
seres humanos tenemos derechos y deberes.
-
Criarles en el respeto real a la diversidad: hay niños
gordos, tartamudos, malos para el deporte, lentos para
aprender, que merecen respeto y caridad.
-
En
la escuela y en la casa impulsar a los niños para que
desarrollen la cualidad de la compasión hacia el dolor
ajeno, llamada empatía por la psicología y caridad por
los creyentes.
-
Conversar con los niños acerca de los hechos de
terrorismo y violencia en el mundo: mostrarles cómo la
violencia no nos ayuda a sobrevivir como especie, en
cambio, el ayudarnos unos a otros nos permite sobrevivir
en las crisis.
Finalmente
es muy importante mantener los canales de comunicación
abierta con nuestros hijos, atender a sus mensajes no
verbales, pues en muchas ocasiones con sus actitudes
ellos nos quieren decir algo, preguntarles sin tener
miedo a las respuestas, buscar la forma de mantener un
diálogo constante y no conformarnos con respuestas de
una sola palabra (si, no, bien, etc.).
Ya se acerca el día de la familia (situación que me
lleva a cuestionarme ¿necesitamos un día de la familia
para tomarla en cuenta? pero eso es tema de otro
artículo) tomemos esto como pretexto para iniciar un
diálogo familiar, una agradable sobremesa, una larga
tertulia (como la llamaban nuestras abuelas). Pongamos
eso como meta: reunirnos al menos una vez a la semana
para “dialogar” y así lograremos evitar muchos de los
problemas que aquejan a la sociedad actual.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |