La gran aventura.
Por Tomás Melendo Granados *
La gran aventura
Y casi
en el término de esa línea ascendente se sitúa el
sí
de la boda.
Como
apuntaba, varón y mujer son seres-para-el-amor; y la
culminación y mayor expresión de todo amor es la
entrega. Cuando esa entrega es sincera, profunda, total
y de por vida, ¿cómo no va a responder nuestra persona
—¡a ese solo acto!— incrementando de una forma
impensable su capacidad de querer?
¡Ahí se
encuentra la razón antropológica más de fondo de la
necesidad de casarse! El motivo más entusiasmante para
decir un sí que nos permita iniciar la gran aventura del
matrimonio: el camino que nos llevará hasta nuestra
plenitud personal y nuestra felicidad.
¿Que
eso suena demasiado utópico? ¡Qué lastima!, porque
entonces no se comprende lo que es una aventura. Lo
propio de ella es que:
-
·
quienes la emprenden se pongan una meta alta, en
apariencia inalcanzable, pero que
vale la pena;
-
· no
tienen ninguna seguridad de que van a alcanzar su
objetivo; de lo contrario, ¿dónde queda la gracia de la
aventura?;
-
· una
vez que la inician, no permiten que las dificultades y
los contratiempos, también los imprevistos, sofoquen la
ilusión inicial ni les impidan
recrearse en lo que ya han logrado;
-
· la
mirada fija en el fin, en el triunfo hace que, a cada
paso, renueven las energías —¡y las agallas!— para
seguir adelante.
Si
enfocamos de este modo el matrimonio, contando con las
fuerzas que nos proporciona el habernos casado,
sí
será ciertamente un camino de rosas, en el que
la apariencia y la fragancia de las flores logren que
casi no advirtamos los pinchazos de las espinas (¡qué
cursilada!, pero como no lo ha leído mi mujer…).
No lo
será, sin embargo, si por ignorancia o dejadez o
desprecio hemos decidido que la boda constituye un mero
trámite y no
nos hemos capacitado para querer con un amor
relevante,
aventurado y venturoso.
Por el
contrario, si, mediante el matrimonio, conseguimos que
lo importante
sea efectivamente el amor, no cabe la menor duda de que
¡vale la pena casarse!
Lic. Rosa Elena Ponce V. |