No es la
primera vez que tocamos este tema, frecuentemente
creemos que la felicidad es algo reservado para otros y
difícil de conseguir para nosotros.
Tal vez lo
asociamos a grandes acontecimientos, como tener buena
salud, disponer de una posición económica holgada,
éxitos profesionales, etc., pero la realidad es otra.
La prueba
esta en que la gente más rica, más poderosa, más bella,
de excelente salud no necesariamente es la gente más
feliz, para ejemplos tenemos muchos como el de Cristina
Onassis heredera de una inmensa fortuna y llamada la
“infeliz niña rica”.
Tanto en
unos como en otros casos, unos se sentirán felices y
otros no, y es que la felicidad o la infelicidad,
provienen de otra cosa, de algo que está en el interior
de la persona, en la forma de plantearse la vida.
Los
problemas nos los creamos nosotros, y si investigamos un
poco llegamos a descubrir que están causados por
nosotros mismos: quejas infundadas, pereza, pequeños
egoísmos, envidias, susceptibilidades. En definitiva
errores personales que nos llevan a la desilusión.
Tenemos
que pensar que esa desilusión que descubrimos, es la que
nos brinda la oportunidad de mejorar y ser más felices,
insinuándonos que algo en nuestro interior debe cambiar.
Es bueno notar nuestros errores, si no fuera así, seria
muy difícil rectificar.
Cuando
entramos en ese camino la actitud se vuelve elemental
pues siempre tendremos dos opciones, o bien
desilusionarnos y “llorar nuestra pena” o bien “tomar el
toro por los cuernos” y realizar acciones de mejora en
nuestra vida.
Esto sería
como aplicar la cultura de la mejora continua que se
utiliza en todas las empresas exitosas a nuestra propia
vida. ¿Qué tenemos en nuestra propia persona que podemos
mejorar? Si hay algo que me molesta en alguna situación
¿depende de mí el remediarla?
Comencemos
a ver cada uno de los acontecimientos de nuestra vida
bajo esta perspectiva y empezaremos a vislumbrar la
felicidad.
Lic. Rosa Elena Ponce V. |